Capítulo
80: Residencia Fengming.
Mejor
no vengas.
«Entonces,
quedarse un par de días en la ciudad… también está bien.»
Ye
Jin, siempre de mente activa, pensó que, ya que el anciano Lu estaba presente
—y según decían, su habilidad marcial era casi sobrenatural—, tal vez en un
momento crítico podría ayudarle a atrapar a esa bestia devoradora de oro.
Así
que fue a tocar la puerta de la habitación contigua, donde se alojaba Lu
Wuming, y le expuso su idea con cortesía y una pizca de esperanza.
Al
enterarse de que ambos deseaban quedarse, Lu Wuming no dijo mucho más y aceptó
con prontitud. Después de todo, mientras Ye Jin estuviera presente, daba igual
dónde se realizará el tratamiento. Hospedarse en Wutongzhen les ahorraría los
vaivenes del camino.
—En
cuanto a la bestia devoradora de oro —dijo Lu Wuming—, yo ya estaba
investigando su paradero. No esperaba que el médico divino también estuviera
interesado.
—¿Es
verdad que está cubierto de pelo? —preguntó Ye Jin.
—Así
es —respondió Lu Wuming.
Los
ojos de Ye Jin brillaron con expectación.
—Entonces,
le agradeceré mucho su ayuda, anciano.
—No
hay de qué, lord Ye —dijo Lu Wuming—. La salud de Mingyu dependerá enteramente
de usted.
—Acabo
de revisarle el pulso. Está algo débil y desordenado. Es porque los gu venenosos
en su cuerpo están comenzando a despertar —explicó Ye Jin—. En la Tumba Mingyue,
la tía Fantasma debió haberle probado no pocos remedios. Algunos venenos
desaparecieron sin dejar rastro, pero otros quedaron latentes en su interior.
—¿Y
eso qué implica? —preguntó Lu Wuming.
—Hace
más de un año, en Wang Cheng, ya lo había examinado —dijo Ye Jin—. Entonces
también tenía muchas dolencias, pero apenas detecté unos pocos gu. Deben de
haber empezado a despertar recientemente.
En los
ojos de Lu Wuming se acumulaban nubes oscuras: una mezcla de odio y
desconsuelo. No podía imaginar cuánto habría sufrido su hijo en aquella tumba
oscura y silenciosa.
—No se
inquiete, anciano —lo tranquilizó Ye Jin—. Que despierten es, en realidad, una
buena señal. Solo al manifestarse los síntomas podemos identificar qué tipo de
veneno es, y entonces será mucho más fácil neutralizarlo.
—Si
necesita algo, Lord Ye, no dude en pedirlo —dijo Lu Wuming.
—Tengo
todas las medicinas necesarias. Puede estar tranquilo —respondió Ye Jin—. El segundo
jefe Lu ya se ha acostado. Iré a preparar el remedio.
Lu
Wuming asintió. Lo despidió con la mirada y luego llamó a Ah Liu, pidiéndole
que fuera al mercado a comprar algunos dulces y frutas confitadas para
enviárselos a Ye Jin como muestra de gratitud.
—¡Entendido!
—respondió Ah Liu, cargando su espada al hombro mientras salía. Bajó solo por
las escaleras, pero al cruzar la puerta ya iba acompañado de Yue Dadao. Los dos
charlaban y reían, con una cercanía evidente.
Lu
Wuming los vio desde la ventana y no pudo evitar sentir un leve dolor de
cabeza.
Esa
muchacha ya parecía haberse asumido como la esposa de la familia. Lo seguía a
todas partes, y en plena calle se empujaban y jugueteaban como si nada. Ni
siquiera intentaban guardar las apariencias.
Por
las calles patrullaban varios oficiales del gobierno. No hacía falta pensarlo
mucho: seguramente seguían buscando el objeto robado de la Residencia Fengming.
—¿Qué
fue lo que se perdió? —preguntó Yue Dadao, curiosa—. Para armar tanto alboroto.
—No es
asunto nuestro, ¿qué más da? —respondió Ah Liu mientras elegía dulces en la
tienda—. En otros tiempos, bueno, pero ahora nuestro padre está enfermo. No se
te ocurra causar problemas.
Yue
Dadao le pisó el pie, molesta.
—¿Qué es
eso de “nuestro padre”?
—Es la
costumbre, es la costumbre —Ah Liu aspiró aire con dolor, aunque en el fondo
sentía cierta pena. Un padre así, tan refinado, apuesto, hábil en las artes
marciales y con buen negocio… cualquiera lo querría. Está claro que ni Lin Wei
ni esta mocosa sabían apreciar lo que tenían.
Compraron
dulces y frutas confitadas, y también unos pasteles de té pu’er. Al pasar
frente a una tienda de porcelana, Ah Liu se desvió a propósito. Tras mucho
elegir, se decidió por una tetera: fondo rojo, flores azules, detalles dorados
y mariposas incrustadas de varios colores. Bastaba con ponerla en una repisa
para sentir el aire festivo del Año Nuevo.
—¿Y
eso para qué lo compras? —se sorprendió Yue Dadao.
—Para
regalarle a mi… a nuestro padre —corrigió Ah Liu a tiempo—. Es muy bonita.
Justo ahora que está enfermo, si ve algo que le guste, seguro se alegra.
—Eso
te gusta a ti —lo miró con desdén Yue Dadao.
—No
entiendes. Nuestro padre él…
Ah Liu
no alcanzó a terminar la frase. Justo entonces entraron dos personas: un joven
noble y su sirviente. Era el tercer hijo de la Residencia Fengming, Qiu Zixi,
el mismo que los había recibido al entrar a la ciudad.
—¡Saludos!
—dijo Qiu Zixi con una sonrisa—. ¿Qué hacen eligiendo juegos de té?
—Es
para uso personal —respondió Ah Liu, entregando la tetera al encargado para que
la envolviera.
—¿El
médico divino Ye no vino con ustedes? —preguntó Qiu Zixi, mirando alrededor.
—Está
descansando en la posada —dijo Ah Liu—. ¿Este joven maestro necesita algo de
Lord Ye?
Qiu
Zixi rio con incomodidad.
—Ya
que lo pregunta, seré franco. Mi madre, al enterarse de que el médico divino
había llegado, me ha estado reprochando por no atender bien al invitado. Dice
que, como sea, debería invitarlo a la Residencia. No he podido resistir, así
que vengo a insistir una vez más. Aunque sea para compartir una comida.
—Ya
veo —respondió Ah Liu con soltura—. Entonces vaya usted a invitarlo. Nosotros
aún queremos seguir paseando un rato.
Qiu
Zixi asintió con la boca, pero no parecía tener intención de irse. Se quedó
hablando de cualquier cosa, incluso un simple plato de esmalte rojo le daba
para media charla.
Ah
Liu, ya desesperado, tuvo que interrumpirlo.
—Joven
maestro, si tiene algo que decir, mejor sea directo. Tanto rodeo nos hace
perder tiempo… y da sueño.
—En
realidad no es gran cosa —tosió Qiu Zixi dos veces, y con tono insinuante
confesó— El médico divino Ye parece bastante severo,
yo no me atrevo a invitarlo… ¿no podrían ustedes ayudarme?
Yue
Dadao negó con la cabeza.
—No
somos tan cercanos al médico divino Ye. Me temo que no podemos ayudarle.
La
decepción en el rostro de Qiu Zixi era evidente.
Yue
Dadao se despidió, tomó a Ah Liu del brazo y regresaron apresurados a la
posada. Justo entonces, Lu Zhui ya había despertado y estaba recostado leyendo.
Le contaron lo ocurrido.
—El
joven maestro mayor Shen de la Mansión del Sol y la Luna es el líder de la
alianza marcial. Que otros clanes quieran acercarse no es raro —dijo Lu Zhui—.
No es gran cosa.
—¿Le
contamos al médico divino Ye? —preguntó Ah Liu.
—¿Contarme
qué? —Ye Jin entró justo en ese momento.
Ah Liu
le relató la situación.
—¿Comida?
—Ye Jin negó con la cabeza, como si ya lo esperara—. No voy. Ni siquiera los
conozco. ¿Qué sentido tiene ir a hacer bulto?
Pero
la gente de la Residencia Fengming parecía decidida.
Qiu
Zixi volvió cabizbajo a dar el reporte, y no pasó mucho antes de que el segundo
hijo de la familia Qiu llamara a la puerta.
[…]
Ye
Jin, algo irritado, se remangó las mangas con ganas de pelear.
—Así
que Lord Ye está comiendo con los señores —dijo el recién llegado, juntando los
puños con soltura—. Disculpen la interrupción.
Aunque
sus palabras expresaban cortesía, no parecía tener intención de marcharse.
Lu
Zhui dejó los palillos y alzó la vista para mirarlo.
A
diferencia de Qiu Zixi, que era tímido y sin carácter, este segundo hijo de la
familia Qiu tenía un aire entre arrogante y taimado, con un toque de altanería.
No parecía alguien fácil de tratar.
Ye Jin
contuvo la impaciencia.
—Le
ruego que transmita a la señora Qiu que agradecemos su amabilidad, pero
declinamos la invitación.
—Acabo
de preguntar al encargado, y me dijo que el médico divino Ye ha reservado todo
el primer piso de esta posada por un mes entero. Parece que piensa quedarse
bastante tiempo —Qiu Zifeng alzó una ceja—. ¿No sabría decirme qué día estará
libre? Así podría venir a invitarlo personalmente. También al joven maestro Mingyu,
claro. Cuantos más seamos, más animada será la comida.
Lu
Zhui negó con la cabeza.
—No
tengo relación con el segundo joven maestro. No quisiera importunar.
Rechazado
dos veces seguidas, Qiu Zifeng no se molestó. Al contrario, sonrió.
—Ya
que hoy no tienen tiempo, vendré mañana entonces. Con permiso.
«¡Oye!» Ye
Jin se ahogó por dentro: «¿Qué es eso de “vendré mañana”? ¡Ni en siete u
ochocientos años hace falta que vengas!»
—Parece
que no viene con buenas intenciones —dijo Lu Zhui, dudoso—. Incluso Qiu Zixi
sabe comportarse y retirarse con discreción. No tiene sentido que este segundo
joven sea tan insistente y agresivo.
—¿Lo
conocías de antes? —preguntó Ye Jin.
Lu
Zhui negó con la cabeza.
«Pues yo tampoco»
—pensó Ye Jin, desconcertado: «¿Será que este tipo se tomó la medicina
equivocada?»
—¿En
qué piensa Lord Ye? —preguntó Lu Zhui.
—¿Eh?
—Ye Jin volvió en sí, ya sin ánimo de seguir comiendo. Soltó los palillos y
dijo—: Olvídalo. Mejor volvamos a la Mansión del Sol y la Luna.
—¿Ya
no vamos a atrapar a la bestia devoradora de oro? —recordó Lu Zhui.
—Esta
Residencia Fengming tiene algo raro. No sé qué estarán tramando —dijo Ye Jin—.
Mejor volvamos a la Mansión del Sol y la Luna, allí estaremos más tranquilos.
Lu
Zhui negó con la cabeza.
—Si
solo fuera por cortesía y protocolo, con rechazar dos o tres veces bastaría
para que desistieran. Pero si realmente tienen otros motivos, me temo que ya no
podremos salir de la ciudad.
Ye
Jin: “…”
«¿Dónde
está mi lanza?»
—Es
solo una suposición mía, puede que no acierte —añadió Lu Zhui—. Pero si
acierto, ni usted ni yo tenemos relación alguna con la Residencia Fengming.
¿Por qué querrían retenernos en la ciudad?
Ye Jin
abrió la ventana. Sostenía una pequeña bandeja de hierbas medicinales,
fingiendo que las seleccionaba, mientras observaba discretamente hacia abajo.
Efectivamente, había personas merodeando por los alrededores. Respiró hondo.
Tenía que mantener la calma.
Había
tres cosas que Ye Jin detestaba profundamente: que lo espiaran, que lo
amenazaran, y que interrumpieran una consulta médica. Qué coincidencia: la
Residencia Fengming había logrado las tres de una sola vez.
—¿Quizá
sea para recuperar el objeto robado? —tanteó Lu Zhui.
—¿¡CREEN
QUE NOSOTROS SOMOS LOS LADRONES!? —exclamó Ye Jin, entre sorprendido e
indignado.
Lu
Zhui hizo una pausa antes de continuar:
—Lo
que quiero decir es que tal vez… estén buscando ayuda.
«¡Tampoco!» pensó
Ye Jin: «¡Ni siquiera nos conocemos!»
Se
puso de pie.
—Olvídalo.
Mejor salgamos de la ciudad ahora mismo.
—Si
salimos ahora, lo más probable es que nos detengan —dijo Lu Zhui—. En lugar de
que nos ataquen sin saber por qué, mejor fingimos que no pasa nada. Al menos
así podremos averiguar qué es lo que realmente quieren.
Lu
Wuming regresó con unos dulces: las galletas de té con flores que más le
gustaban a Ye Jin.
—¿Hay
gente vigilando afuera? —preguntó Lu Zhui sin rodeos.
—Así
que tú también lo notaste —asintió Lu Wuming, dejando el paquete de papel
encerado sobre la mesa—. Cuando salí no había nadie, pero al volver ya había
unas diecisiete o dieciocho personas rondando por aquí, con actitud sospechosa.
Además, Ah Liu averiguó otra cosa: dicen que la bestia devoradora de oro podría
estar escondida dentro de la Residencia Fengming.

