Capítulo
79: Médico Divino.
¡Todo
cubierto de pelo!
Yue
Dadao rodeó hasta el frente de la fila, queriendo ver qué estaba ocurriendo.
El sol
del mediodía brillaba en lo alto, cálido y reconfortante sobre la piel. Por
eso, los aldeanos no mostraban impaciencia; todos aguardaban en orden para
entrar a la ciudad, conversando en voz baja de vez en cuando. Decían que, en la
ciudad, en la Residencia Fengming, se había perdido algo, aparentemente robado
por un ladrón de origen desconocido. Las autoridades estaban ayudando en la
búsqueda.
Al
enterarse de que se trataba solo de un objeto perdido, Yue Dadao soltó un
suspiro de alivio. Pensó que no debía ser nada grave. Echó un vistazo al
retrato colgado en el tablón oficial, luego montó de nuevo a caballo y dio
media vuelta para informar a su maestro.
—¿La
Residencia Fengming ha perdido algo? —preguntó Lu Wuming—. ¿Qué fue lo que se
perdió?
—Eso
no lo sé. En el tablón no lo especifica —respondió Yue Dadao—. Pero están
investigando con rigor. Van a registrar a cada persona, así que debe de ser un
objeto pequeño.
—Eso
no cuadra —Lu Zhui frunció el ceño—. Si se ha perdido algo, deberían revisar a
quienes salen de la ciudad. ¿Por qué están inspeccionando a los que quieren
entrar?
Al
oírlo, Yue Dadao también se dio cuenta de que algo no encajaba. Dijo que ya
antes había sentido que había algo extraño. Entonces preguntó:
—¿Entraremos
igual a la ciudad?
—Si no
pasamos por Wutongzhen, tendremos que rodear por las montañas al menos cinco
días —intervino Ah Liu desde un lado. Luego preguntó—: ¿Hay alguien conocido en
la Residencia Fengming? Tal vez puedan hacernos el favor de dejarnos pasar
primero.
—La
anciana señora de la Residencia Fengming se llama Qiu Yingyue. Hace unos años
coincidí con ella una vez —dijo Lu Wuming—. No diría que tenemos una relación
cercana, pero para atravesar la ciudad sin problemas, no debería haber
inconveniente. Entremos, no hace falta rodear.
Lu
Zhui asintió y se inclinó para volver al carruaje. La Residencia Fengming, ya
la había oído nombrar antes. Era una escuela de artes marciales de tamaño
mediano en Jiangnan, con más de una decena de agencias de escolta en todo el
territorio del Gran Chu. El negocio iba bien y su reputación era sólida. Hace
unos años, el viejo maestro de la residencia falleció por enfermedad, y la
gente del Jianghu murmuraba que los negocios de la familia Qiu podrían venirse
abajo. Pero contra todo pronóstico, tras la toma de mando de la anciana Qiu, el
negocio no solo se mantuvo, sino que prosperó aún más, llegando incluso a abrir
una escuela en Wang Cheng.
Lu
Zhui soltó una risa silenciosa.
—¿Qué
pasa? —preguntó Ah Liu, sin entender.
Lu
Zhui bajó del carruaje y se dirigió al joven:
—Médico
divino Ye.
Apenas
dichas esas palabras, los otros tres se quedaron atónitos. «¿Médico Divino Ye?»
El
joven se volvió y al reconocerlo, también se mostró sorprendido. Sonrió y dijo:
—¿Cómo
es que el Segundo Jefe Lu está por aquí?
¡Qué coincidencia
tan curiosa!
Aquel
hombre era Ye Jin, el médico divino de la Mansión del Sol y la Luna. Lu Zhui
pensaba que aún faltaban siete u ocho días para encontrarse con él, pero
inesperadamente se habían cruzado en el camino.
—Qué
vergüenza —dijo Lu Zhui—. Justamente iba a la Mansión del Sol y la Luna a
buscar tratamiento.
—¿La
toxina volvió a manifestarse? —Ye Jin frunció el ceño al oírlo, se acercó y le
tomó la muñeca para una rápida revisión. Con algo de pesar, dijo—: ¿Por qué
esperaste tanto para venir a verme?
«Así
que sí era el Médico Divino Ye.» Ah Liu estuvo a punto de
llorar de alegría, y tanto Lu Wuming como Yue Dadao se mostraron complacidos.
Uno vivía en el Acantilado Chaomu, los otros dos en islas remotas; era la primera vez que veían al legendario médico número
uno del Jianghu. Y en efecto, no era fama vacía: refinado, sereno, de buen
carácter y razonable.
—Nos
retrasamos un tiempo en la ciudad de Huishuang —explicó Lu Zhui, presentando a
los demás—. Este es mi padre, él es Ah Liu, y ella es la señorita Yue.
—Médico
divino Ye —dijo Lu Wuming—, le agradecemos mucho.
—No
hace falta tanta cortesía, señor —respondió Ye Jin, sorprendido. En el Jianghu se
decía que Lu Wuming había perecido en medio de tormentas y no esperaba
encontrarlo aquí.
Mientras
conversaban, desde la ciudad salió otro grupo a caballo. Al frente iba un joven
de unos veinte años, vestido con brocado y cinturón de jade. A simple vista se
notaba que era un hijo de familia noble, criado entre comodidades.
—¡Médico
divino Ye! —aún desde lejos, el joven desmontó, juntó los puños y sonrió—. Me
dijeron que usted había llegado, y no lo creí. ¡Pero es cierto! Qué falta de
cortesía por no recibirlo antes, ¡qué falta de cortesía!
Ye Jin
se extrañó:
—¿Quién
te lo dijo?
[…]
El
joven se mostró algo incómodo, tosió un par de veces y explicó:
—Lord
Ye, le ruego que me disculpe. Últimamente han ocurrido algunos disturbios en mi
casa y mi madre se vio obligada a enviar gente dentro y fuera de la ciudad. No
fue con intención de ofender, y mucho menos de seguirle los pasos.
Lu
Zhui, desde dentro del carruaje, escuchó la conversación y miró por la rendija
de la cortina. Supuso que aquel debía ser alguien de la Residencia Fengming.
Como
Lu Zhui estaba herido, Ye Jin no quiso prolongar las formalidades. Además,
aquel joven podía ser útil: al menos les permitiría entrar a la ciudad sin
tener que hacer fila.
El
joven se llamaba Qiu Zixi, tercer hijo de la Residencia Fengming. Había sido
criado con mimo por sus dos hermanos mayores. Aunque algo travieso, sabía
distinguir lo importante, y fue siempre respetuoso con Ye Jin y su grupo. Tras
entrar a la ciudad, al saber que no deseaban hospedarse en la Residencia, los
acompañó personalmente hasta la mejor posada, arregló todo y se despidió.
—No
había tenido oportunidad de preguntar —dijo Lu Zhui—, ¿por qué has venido también
por aquí?
Ye Jin
le sirvió una taza de té caliente:
—No
tenía nada urgente en casa. Iba al monte Xijia, al sur, a recoger hierbas
medicinales. Y mira tú, justo me sirven para tratar al segundo jefe Lu.
—Le
agradezco mucho, Lord Ye —dijo Lu Zhui.
—¿Y
todavía me tratas con cortesía? —Ye Jin desplegó las hierbas sobre la mesa, y
comentó al pasar—: En realidad pensaba tomar un atajo para volver a la Mansión
del Sol y la Luna, pero ayer, mientras descansaba en una casa de té junto al
camino, escuché a los aldeanos decir que por aquí había aparecido un monstruo.
Por eso me desvié hasta este Wutongzhen.
Lu
Zhui sintió un leve estremecimiento interior.
—¿Un
monstruo?
—Mn
—Ye Jin soltó las hierbas, con expresión seria pero expectante—. ¿Has oído
hablar de uno que está cubierto de pelo?
Lu
Zhui: “…”
—De
hecho, sí he oído de uno… —dijo Lu Zhui.
Ye Jin
arrastró una silla y se sentó junto a él con rapidez.
—¡Vamos,
cuéntamelo!
Lu
Zhui le relató brevemente lo que había escuchado en Huishuang sobre la bestia
devoradora de oro.
Ye Jin
abrió la boca con asombro.
—¿Existe
algo así?
—Era
una persona disfrazada —aclaró Lu Zhui.
«¡Aun
así, tengo que verlo! Estar cubierto de pelo… ¿qué método habrían usado para
adherirlo al cuerpo?» Ye Jin miró por la ventana, con una expresión
que parecía desear que la bestia devoradora de oro apareciera justo ahora sobre
el tejado de alguna casa.
—¿El
monstruo del que hablaban los aldeanos está en esta ciudad? —preguntó Lu Zhui.
—Ajá
—Ye Jin apartó la mirada—. Pero acabo de preguntar por los alrededores y nadie
lo ha visto. No sé qué pensar.
—¿El líder
de la Alianza Shen no vino contigo? —preguntó Lu Zhui.
—Se
fue al norte. Un viejo jefe de secta está celebrando su cumpleaños —respondió
Ye Jin—. Tiene buena relación con la Mansión del Sol y la Luna, pero su salud
está delicada, así que mi padre* envió a Qianfeng en su lugar para visitarlo.
(*Se
refiere a su suegro, su padre biológico está muerto)
—Ya
veo —dijo Lu Zhui—. Esa bestia devoradora de oro tiene buena técnica marcial.
Si el líder Shen no está cerca, podría ser peligroso.
—¡No
hay problema! —Ye Jin dio una palmada sobre la mesa, y de pronto se desplegó
una hilera de pequeños frascos de porcelana blanca. Desde somníferos, hasta
medicamentos para la afonía, afrodisíacos y hasta remedios para la impotencia:
todo estaba allí. Aunque vinieran diez monstruos, no habría problema.
Lu
Zhui: “…”
—Te
admiro —dijo Lu Zhui.
—No me
admires todavía. Hablemos de ti —Ye Jin tomó al azar uno de los frascos del
montón, sacó una píldora y se la ofreció—. Tómala.
—Lord
Ye, su forma de diagnosticar… a cualquiera le daría un susto —dijo Lu Zhui con
sinceridad.
—Tu
aliento está extremadamente débil —respondió Ye Jin—. El pulso también es
inestable. Comparado con la última vez en Wang Cheng, es como el cielo y la
tierra.
Lu
Zhui esbozó una sonrisa amarga.
—En
este viaje, cada dos por tres aparece una nueva toxina en mi cuerpo. Ya no sé
cuánto tiempo podré resistir.
—Mientras
yo esté aquí, por supuesto que encontraré una solución —Ye Jin se remangó y le
hizo un gesto con el dedo.
Lu
Zhui extendió la muñeca.
Ye Jin
volvió a tomarle el pulso, esta vez con sumo cuidado. Tardó casi lo que dura en
preparar una taza de té antes de hablar:
—Que
la toxina se manifieste es, en realidad, algo bueno.
—¿Eh?
—preguntó Lu Zhui—. ¿Por qué?
—Antes
estaban ocultas en tu cuerpo, y no sabíamos qué eran. No podía arriesgarme a
usar medicinas —explicó Ye Jin—. Ahora que han empezado a activarse una por
una, puedo eliminarlas también una por una. Pero llevará tiempo.
Lu
Zhui soltó un suspiro de alivio.
—Gracias,
Médico divino Ye.
—Me
temo que el segundo jefe Lu tendrá que quedarse en la Mansión del Sol y la Luna
unos dos o tres años —dijo Ye Jin.
Lu
Zhui alzó la taza de té, pero no alcanzó a beber antes de atragantarse.
—¿Cuánto
tiempo?
—Eso
es poco. Las enfermedades no se curan con prisas —lo tranquilizó Ye Jin.
—Pero…
—Lu Zhui vaciló—. Tengo asuntos pendientes en la Tumba Mingyue.
—¡¿Qué
Tumba Mingyue ni qué nada?! ¿Es más importante tu salud o la Lámpara de Loto Rojo?
—Ye Jin golpeó la mesa—. Si quieres curarte bien, no hay discusión.
Lu
Zhui: “…”
Ye Jin
añadió:
—Incluso
si se tratara de una boda, la Mansión del Sol y la Luna puede preparar una casa
vacía.
—No
tengo planes de casarme —dijo Lu Zhui.
—Entonces
está resuelto —dijo Ye Jin—. ¿O acaso temes que, sin ti, la taberna Shanhaiju
se venga abajo?
Lu
Zhui sostenía la taza de té con calma.
—Ajá…
Ye Jin
volvió a preguntar:
—¿El anciano
Lu sabe cuál es tu estado actual? Es mejor acordar esto antes del diagnóstico,
para que podamos dar la misma versión y no preocupar a la familia.
—De lo
demás está al tanto —respondió Lu Zhui—. Pero hay una cosa que el médico divino
Ye debe ayudarme a ocultar.
Ye Jin
asintió.
—Dímelo.
Lu
Zhui habló con franqueza:
—He
sido infectado con el gu de amor Hehuan.
Ye Jin
escupió toda el agua al suelo.
Lu
Zhui: “…”
—¡¿Con
quién?! —exclamó Ye Jin, atónito.
—Xiao
Lan —respondió Lu Zhui.
Ye Jin
sintió que le daba vueltas la cabeza. Ese nombre le sonaba vagamente.
—¿El
joven maestro de la Tumba Mingyue?
Lu
Zhui asintió.
—El
mismo.
—¿El anciano
Lu lo sabe? —Ye Jin bajó la voz, como si estuviera en una reunión secreta.
—Lo
sabe… —respondió Lu Zhui.
—Entonces
está bien —Ye Jin soltó un suspiro de alivio—. Eso evitará muchos tropiezos en
el futuro.
Lu
Zhui sonrió levemente.
—Mn.
—Pero
ese gu Hehuan no se puede tomar a la ligera —advirtió Ye Jin—. ¿La madre del gu
está en el cuerpo de quién?
—En él
—respondió Lu Zhui.
—Entonces
debería ser él quien venga a consulta. Así tú sufrirías menos —frunció el ceño
Ye Jin—. ¿Dónde está?
—Volvió
a la Tumba Mingyue. Tiene asuntos que investigar —dijo Lu Zhui.
—Pues
que venga pronto —dijo Ye Jin—. Yo te llevaré primero a la Mansión del Sol y la
Luna para tratar las otras toxinas.
—Si el
médico divino Ye está interesado en la bestia devoradora de oro, puede quedarse
temporalmente en Wutongzhen —sugirió Lu Zhui.
—¿De
veras? —Ye Jin se mostró tentado. Después de todo, aquello de estar cubierto de
pelo… quería verlo.
Lu
Zhui sonrió:
—Soy
el paciente. Naturalmente, sigo al médico. Todo queda a decisión del médico
divino Ye.

