Capítulo
66: Habilidad.
No
quiero la Lámpara de Loto Rojo.
Xiao Lan no respondió.
De
hecho, ni él mismo entendía por qué antes había sido tan fácil de manipular,
por qué había ido al norte, a la capital, sin pensarlo demasiado. Si fuera
ahora, si se tratara de cualquier otro asunto, aunque hubiera pruebas de sobra,
aunque no tuviera nada que ver con Lu Zhui, seguramente investigaría cada
detalle antes de tomar una decisión.
—¿Es
por ti? —preguntó Xiao Lan.
—¿Qué
cosa? —Lu Zhui no entendía.
—Digo
—aclaró Xiao Lan—, que fue por ti que empecé a despertar.
—No lo
llamaría despertar. Quizás fui yo quien te confundió —respondió Lu Zhui con una
sonrisa.
Esta
vez fue Xiao Lan quien frunció el ceño.
—Siempre
he creído que tú… tú siempre has estado aquí —Lu Zhui señaló su pecho, sentado
al borde de la cama, mirándolo hacia arriba—. Cuando la tía fantasma dijo que
la masacre de la Cresta Fuhun fue obra mía, incluso sin recuerdos, tú no
querías creerlo.
—Sí
—asintió Xiao Lan.
—La
mayoría de las personas, cuando no quieren enfrentar algo, lo evitan por
instinto —dijo Lu Zhui—. Tú no podías escapar de las órdenes de tu tía, ni de
la responsabilidad de vengar a tus hermanos. Imagino que esos días fueron muy
duros.
Xiao
Lan no lo negó.
—La
tía Fantasma ha vivido toda su vida en la oscuridad de la tumba Mingyue. Además
de buscar tesoros, sabe cómo manipular el corazón de las personas —continuó Lu
Zhui—. Primero te aplasta hasta que no puedes respirar, luego te entrega un
cuchillo y te dice que es la única salida. ¿Lo tomas o no? ¿Le crees o no?
Xiao
Lan suspiró.
—Por
más razones que haya… igual te hice daño.
Lu
Zhui se tocó el cuello.
—Ya
sanó.
Xiao
Lan no sabía si reír o llorar. Se levantó y lo abrazó.
—No
volverá a pasar.
Ambos
se quedaron en silencio un buen rato. Finalmente, Lu Zhui lo apartó con
suavidad. No es que quisiera hacerlo, pero tenía que ir al baño, y eso no se
puede posponer mucho sin consecuencias.
Xiao
Lan lo miró caminar unos pasos y preguntó, con cautela:
—¿Te…
llevo en brazos?
—¿Con
gente en el patio? ¿Cómo vas a cargarme? —Lu Zhui se sostuvo la cintura y le
lanzó una mirada.
—Justamente
porque mi madre está afuera —dijo Xiao Lan—. Si caminas así, con esa cara de
dolor y pasos torpes, seguro te llama para tomarte el pulso. Mejor evitar
problemas.
Lu
Zhui: “…”
Xiao
Lan le extendió la mano.
—Hazlo
más creíble —dijo Lu Zhui.
Xiao
Lan asintió.
Tao Yu’er
estaba en la sala cosiendo. La puerta estaba abierta, así que al oír movimiento
desde la habitación de Lu Zhui, naturalmente levantó la vista.
Lu
Zhui estaba en brazos de Xiao Lan, con expresión tranquila pero débil.
Tao Yu’er
se alarmó.
—¿Qué
ha pasado?
—No he
comido, me siento algo mareado —respondió Lu Zhui.
Tal
como esperaban, Tao Yu’er dejó la costura y fue a la cocina a preparar algo de
comer. Los dos en el patio soltaron un suspiro de alivio. Xiao Lan bajó la
mirada hacia el hombre en sus brazos, divertido, y con los labios le preguntó:
—¿Por
qué te sonrojas?
—Oh
—respondió Lu Zhui.
«No
estoy sonrojado».
La
cocina de Tao Yu’er no era especialmente buena, pero trataba bien a Lu Zhui.
Incluso le preparó un flan de huevo al vapor.
Xiao
Lan se lo dio a cucharadas.
Lu
Zhui, recostado en la cabecera, dijo:
—Volviendo
al tema… ¿cómo piensas lidiar con la dama Tao? Es desconfiada por naturaleza y
te tiene mucho cariño. Seguro querrá ver a Ji Hao y aclarar todo.
Xiao
Lan se quedó pensativo.
Aunque
la ciudad parecía más tranquila tras la partida de las sectas Jianghu, sabía
que la tumba Mingyue no se había ido lejos. No habían matado a Lu Zhui ni
conseguido la Lámpara de Loto Rojo y con su propia traición, su tía no se
rendiría tan fácilmente.
Además,
Qiu Peng había llevado a los discípulos de la pandilla Eagle Claw a un lugar
más oculto. El viejo cojo Li los vigilaba, pero no se había detectado contacto
con otros. Xiao Lan recordaba bien aquella frase: “Hay que matar a un tal Lu”.
Claramente, no se detendrían hasta lograrlo.
Aparte
de la tumba Mingyue y la pandilla Eagle Claw, sólo quedaban Ji Hao y aquel
anciano que apareció de repente, tan servicial. Ambos venían del Mar del Norte,
con estilos de combate similares. Tal como dijo el maestro Lu, probablemente
eran shifu y discípulo. Y sus objetivos no eran sólo Lu Zhui, sino también él.
Xiao
Lan negó con la cabeza. Pensó que, sin importar los motivos, todos los que
quedaban en la ciudad parecían tener el mismo objetivo: matar a Lu Zhui.
—¿Por
qué no hablas? —Lu Zhui le tiró suavemente de la mejilla.
—Estoy
pensando en la situación dentro de la ciudad —dijo Xiao Lan.
—¿Quieres
que te ayude a pensar? —preguntó Lu Zhui, envuelto en el edredón.
Xiao
Lan sonrió y negó con la cabeza.
—Con
que me hagas un favor basta.
—Mn
—asintió Lu Zhui.
—No
quiero que mi madre se involucre demasiado —continuó Xiao Lan—. No es cuestión
de confiar o no confiar, pero en este momento prefiero que tú y ella se queden
tranquilos en el patio. Si bajan y se cruzan con el maestro Lu, sólo será otro
problema más.
—¿Entonces?
—Lu Zhui lo miró.
Xiao
Lan se inclinó y le susurró unas palabras al oído.
Lu
Zhui sonrió.
—Está
bien.
Xiao
Lan le dio una palmadita en la mejilla.
—Te
acompaño un rato más, luego bajaré. El maestro Lu aún me espera.
Lu
Zhui entrelazó sus dedos con los de él.
—¿No
vas a hablar del Hehuan Gu?
—¿Escuchaste
lo que hablé con mi madre? —preguntó Xiao Lan.
Lu
Zhui asintió.
—No sé
nada sobre ese veneno —dijo Xiao Lan—. Pensaba preguntarle al maestro Lu cuando
bajara.
—¿Por
qué no me preguntas a mí? —replicó Lu Zhui.
Xiao
Lan subió el edredón que se había deslizado y lo envolvió bien.
—Claramente
es algo que daña el cuerpo, y esta mañana no dijiste nada, sólo te aferraste a
mí. Con tus antecedentes criminales, prefiero preguntar a otro.
Lu
Zhui: “…”
—Duerme
—dijo Xiao Lan, ayudándolo a recostarse.
—¿Estás
molesto? —preguntó Lu Zhui.
—¿No
puedes pensar que me preocupo por ti? —respondió Xiao Lan con resignación—.
Según mi madre, esto no es cualquier cosa.
—Estoy
acostumbrado —dijo Lu Zhui.
—¿Acostumbrado?
—Mi
cuerpo está lleno de heridas y enfermedades. Una más, una menos… no hace mucha
diferencia.
Lo
dijo con naturalidad, pero esa misma calma era lo que más dolía.
Xiao
Lan se inclinó y le besó la frente.
—Está
bien. Déjamelo a mí.
Lu
Zhui lo abrazó por la espalda, cerró los ojos y no dijo nada más.
Cuando
Tao Yu’er salió de su habitación, Xiao Lan ya había bajado a la ciudad. Lu Zhui
estaba sentado en una silla mullida del patio, con Ah Liu a su lado. Ambos
hablaban sobre Ji Hao.
—¿Conoces
a ese hombre? —preguntó Tao Yu’er.
Lu
Zhui asintió.
—Es un
enemigo de antes. Lleva tiempo queriendo matarme.
Tao Yu’er
se sentó frente a él.
—Cuéntame.
Siguiendo
las indicaciones de Xiao Lan, Lu Zhui mezcló verdad y mentira. Dijo que el
motivo por el cual Ji Hao lo perseguía con tanto empeño era, probablemente,
para obligarlo a salir de su escondite. En cuanto al ritual bajo la luna roja,
dudaba que fuera un Hehuan Gu. Lo que fuera, habría que investigarlo más a
fondo.
Tao Yu’er
no quedó del todo convencida.
—Yo me
encargaré de enviar a alguien —dijo Lu Zhui.
—¿Quieres
que te ayude? —preguntó Tao Yu’er.
Lu
Zhui sonrió.
—Si me
topo con un problema serio, contar con la ayuda de la señora sería un honor.
Pero por ahora no parece grave. Primero investiguemos.
***
En la
base de la montaña, Lu Wuming estaba molesto.
—¿Por
qué tardaste tanto?
—Me
quedé hablando con Mingyu —respondió Xiao Lan—. Lamento la espera.
—¿Cómo
está de salud?
—Sigue
postrado en cama.
Lu
Wuming suspiró en silencio.
—¿Y
aquí abajo?
—Todo
igual —dijo Lu Wuming—. Ji Hao desapareció, y el anciano no ha salido a
buscarlo. No parecen tener una relación de shifu y discípulo.
—Quiero
ir a verlo —dijo Xiao Lan.
Lu
Wuming asintió.
—Yo
también lo pensé. Ese día parecía fascinado con tus manos, como si obedeciera
cada palabra. Si podemos aprovechar eso, mejor.
Xiao
Lan se dirigió directamente a la calle Fuquan.
—¡¿Quién
anda ahí?! —la mujer de túnica púrpura vigilaba el patio. Al escuchar el ruido,
gritó con firmeza, pero al levantar la vista y ver que era Xiao Lan, retrocedió
dos pasos con expresión temerosa. Bajó la cabeza con respeto— Ah, es el joven maestro
Xiao.
Antes
de que Xiao Lan pudiera responder, alguien salió corriendo de la casa. Miaoshou
Kong lo recibió con entusiasmo.
—¡Has
venido!
—Señor
—saludó Xiao Lan, haciendo una reverencia.
Miaoshou
Kong Vacía lo tomó de la mano y lo llevó al interior sin darle opción a
negarse.
Xiao
Lan no se resistió. Una vez sentado, recibió una taza de té de manos de la mujer
de falda verde.
—Gracias.
La
habitación quedó en silencio. Miaoshou Kong lo observaba con una mezcla de
codicia y fervor. Su mirada se posaba constantemente en las manos de Xiao Lan,
sin poder apartarse. Parecía que en cualquier momento iba a entregarle sus
herramientas brillantes para que las tomara y no las soltara jamás.
Xiao
Lan tuvo que llamarlo.
—Señor…
Miaoshou
Kong volvió en sí.
—Tengo
una pregunta —dijo Xiao Lan, directo al grano.
—Dime,
pregunta lo que quieras —respondió Miaoshou Kong.
—¿Ji
Hao es discípulo suyo?
—Sí
—respondió sin dudar.
—¿Por
qué fingió ser Mingyu para acercarse a mí? —preguntó Xiao Lan.
—Yo
nunca le pedí que se hiciera pasar por alguien de la familia Lu —respondió Miaoshou
Kong—. Sólo le dije que, si quería aprender mi oficio, debía matar a Lu Mingyu.
El método me daba igual.
—¿Qué
oficio? —preguntó Xiao Lan.
—¿Quieres
saberlo? —Miaoshou Kong soltó una risa extraña, con un tono que mezclaba lo
siniestro con una falsa ternura—. Ven conmigo al Mar del Norte, y te lo
enseñaré.
—¿Quiere
llevarme sin que yo sepa nada? —Xiao Lan negó con la cabeza—. Eso es demasiado
fantasioso.
—Vendrás
conmigo —susurró Miaoshou Kong, acercándose—. ¿No quieres saber qué secretos se
esconden en la tumba Mingyue, ese lugar donde viviste más de veinte años?
Xiao
Lan lo observó unos segundos, luego soltó una carcajada.
—¿Y yo
que pensaba que todo esto era por algo más serio? Tanto misterio, tanta
manipulación… y al final, resulta que usted es igual que esas sectas de
tercera, todo por una simple Lámpara de Loto Rojo.
—¡Yo
no quiero la Lámpara de Loto Rojo! ¡Nunca lo he necesitado! —Miaoshou Kong le
agarró la muñeca con una fuerza brutal, como si pudiera romperle los huesos. Su
voz temblaba de emoción, y sus ojos ardían como llamas— Lo único que quiero…
son tus manos. Con esas manos, aunque no tenga la Lámpara de Loto Rojo, puedo
destruir toda la tumba Mingyue.

