Capítulo
56: El afortunado Ah Liu
Lu
Wuming camina muy rápido.
La
gente de la tumba Mingyue realmente era como fantasmas, pronto se acercaron, el
leve sonido de desenvainar una espada llegó a sus oídos, haciendo que las
cuerdas de su corazón se tensaran de repente al máximo.
Lu Wuming
se dio la vuelta y entró en un callejón. Este camino lo había recorrido antes;
al cruzarlo, llegaría a Huai Ye Jie. A ambos lados había casas vacías, así que
si las dos partes comenzaban a pelear, no habría riesgo de herir a los
ciudadanos.
Los
discípulos de la Tumba Mingyue intercambiaron una mirada y, al mismo tiempo,
aceleraron el paso para seguirlo, la última parte del camino casi se podría
describir como una carrera ligera.
Lu Wuming
echó un vistazo por encima del hombro, una leve sonrisa se dibujó en su boca
sin que él lo notara. Justo cuando estaba a punto de usar su habilidad de qinggong
para salir del callejón, otra figura descendió del cielo.
Dondequiera
que llegue el látigo Wiujin, los llantos son constantes y el dolor es profundo.
—¡Vamos! —Xiao
Lan le agarró la muñeca con fuerza, tirando de él hacia el otro lado, y en un
abrir y cerrar de ojos, desaparecieron en la vasta oscuridad de la noche.
Los
discípulos de la Tumba Mingyue se acurrucaron en el suelo, gimiendo de dolor.
Si no fuera por el intenso dolor en sus cuerpos, incluso dudarían de que lo que
acababa de suceder fuera una ilusión, de lo contrario, ¿cómo podría haber una
persona con una velocidad tan extraña y relampagueante?
Lu Wuming:
“…”
Después
de arrastrar a la persona hasta un lugar seguro, Xiao Lan finalmente soltó su
mano, suspiró y se apoyó en la pared, mirándolo y diciendo en voz baja:
—¿Por qué bajaste la montaña?
Aunque
sonaba un poco a reproche, su tono era suave.
—Hmm…
Él se
ocultaba en la oscuridad, y también se hizo una cicatriz en la cara, de modo
que ni siquiera la tía Fantasma podría notar la diferencia.
Xiao
Lan frunció el ceño de repente.
La
media pulgada de luz de luna que se había ocultado entre las nubes ya era
suficiente para que él notara algo extraño en el rostro del otro.
El
mismo rostro, la misma túnica blanca, la misma voz, incluso las mismas
cicatrices y la misma mirada.
Debería
ser impecable, pero él casi instintivamente siente que la persona frente a él
no es su Xiao Mingyu.
—¿Quién eres? —La voz de Xiao Lan se volvió
repentinamente grave, y retrocedió dos pasos.
A Lu
Wuming le sorprendió un poco, ya que era experto en técnicas de disfraz, además,
padre e hijo ya tenían un parecido notable, ¿cómo es posible que él pudiera
notar la pista de inmediato?
Xiao
Lan apretó secretamente el mango del látigo de oro negro, Wujin.
Lu Wuming,
por su parte, estaba bastante relajado, continuando con las manos a la espalda
mientras lo observaba.
Xiao
Lan: “…”
Para
ser sinceros, Lu Wuming no le tenía mucha simpatía este chico tonto. Cuando Lu Zhui
fue sacado de la tumba Mingyue, lloró pidiendo llevarse a Xiao Lan con él. Un
joven apuesto vestido de blanco, pero que parecía una niña, llorando en el
regazo de su madre todo el camino, y seguramente las ruedas del carruaje
estaban llenas de lágrimas. Después de regresar a la ciudad Feiliu, aunque el
entrenamiento era duro, en cuanto tenía un momento libre, escribía
cartas a Xiao Lan. No sabía de dónde sacaron esos dos niños su astucia,
lograron engañar a la familia Lu y a la tumba Mingyue, encontrando informantes
para enviarse cartas puntualmente. Más adelante, insistió en quedarse en el
Gran Chu, diciendo que querían vengar a la familia Lu en la Tumba Mingyue, pero
Lu Wuming pensaba que al menos la mitad de eso era por Xiao Lan… ¡incluso
podría ser más! El resultado fue que terminó gravemente herido, escupiendo
sangre y postrado en la cama, y casi se arruinó el rostro.
Xiao
Lan lo intuía vagamente en su interior, y su mano se apretó sin darse cuenta.
Al fin y al cabo, parecerse en el rostro era fácil, pero si hasta el fulgor de
los ojos coincidía en ocho partes de diez, entonces…
Tal
como sospechaba, Lu Wuming dijo:
—Fue
Mingyu quien me pidió bajar de la montaña para echarte una mano.
Xiao
Lan murmuró con voz muy baja:
—Así
que era usted, señor.
Lu
Wuming pensó: «Menos mal, no es tan ingenuo como parecía».
—¿Mingyu
está bien? —preguntó
Xiao Lan.
—No
—respondió Lu Wuming.
El
corazón de Xiao Lan se hundió de golpe.
Lu
Wuming continuó:
—Ah
Liu y Lin Wei los atacaron por sorpresa. ¿Sabías algo?
Xiao
Lan frunció el ceño:
—Solo
sé que quizá a Ah Liu lo capturaron. Entré a la ciudad para seguir su rastro.
¿Y Lin Wei?
—Ah
Liu no se le ha vuelto a ver, pero Lin Wei logró escapar —dijo Lu Wuming—. Está
herido y envenenado. Antes de que yo partiera hacia la montaña Qingcang, Mingyu
ya le había protegido el corazón con su energía.
Xiao
Lan sintió un dolor punzante en la cabeza. Pensaba que, al dejar a todos bien
resguardados en la montaña, estarían a salvo. No esperaba que las cosas se
torcieran así.
—Tu
madre también ha bajado a por Ah Liu —prosiguió Lu Wuming—. El atacante era un
anciano de gran habilidad marcial. Incluso hirió al sujeto llamado Black Spider.
¿Sabes de dónde viene?
Xiao
Lan se sorprendió:
—Siempre
creí que había sido mi tía. ¿También hirió a Black Spider?
—En
los círculos del Jianghu no parece haber alguien así —dijo Lu Wuming—. Ha
aparecido de la nada, y no sabemos qué busca.
—Sin
pistas… eso sí que complica las cosas —Xiao Lan frunció el ceño.
Lu
Wuming preguntó de pronto:
—La
persona que estuvo contigo hoy, paseando y comprando ropa, ¿quién era?
Xiao
Lan guardó silencio.
—Solo
sé que se llama Ji Hao, y que viene de la Isla Guyang del Mar del Norte —dijo
finalmente.
—¿Y
qué más?
Xiao
Lan vaciló un momento antes de responder:
—Fuera
de eso, no sé nada más. ¿Usted conoce su origen?
Lu
Wuming se mostró extrañado:
—Hoy
los vi charlando y riendo como viejos amigos. Pensé que lo conocías bien. Pero
resulta que no sabes nada.
—Cuando
era más joven, fui envenenado y olvidé muchas cosas —dijo Xiao Lan.
—¿Así
que Ji Hao se presentó diciendo que era tu amigo, y tú simplemente le creíste?
—Lu Wuming dudó—. Debió contarte algo más.
Xiao
Lan no sabía cómo responder.
Claro
que Ji Hao había dicho otras cosas, pero si empezaba a hablar de ello… no sería
algo que pudiera explicarse en tres frases.
Al ver
que mostraba una expresión de incomodidad, Lu Wuming se convenció aún más: sin
duda había un secreto inconfesable detrás de todo aquello. Su corazón se llenó
de desagrado, y su tono se volvió tres grados más severo:
—La
situación es crítica. Ah Liu y Lin Wei no se sabe si están vivos o muertos, ¿y
tú aquí dudando y titubeando?
La
mente de Xiao Lan estaba hecha un lío… o quizá no solo un lío, sino un ovillo
negro y enmarañado.
De
verdad no sabía por dónde empezar.
Pero
tal como Lu Wuming había dicho, este no era momento para vacilar ni ocultar
nada.
Así
que se esforzó por ordenar sus pensamientos, y relató de forma general lo que
había ocurrido en la ciudad en los últimos días, junto con lo que la tía
Fantasma le había dicho.
Tal
como era de esperar, cuanto más escuchaba Lu Wuming, más descontento se
mostraba. Sabía que la mayoría de los que habían llegado a la ciudad lo hacían
por la Lámpara de Loto Rojo, pero desde que la tía Fantasma mencionó que solo
uno entre Xiao Lan y Lu Zhui podía sobrevivir, sintió que se le clavaba una
espina en el pecho. Y más adelante, al oír que los de la tumba Mingyue querían
atrapar a Xiao Lan solo para ver si, al difundirse la noticia, Lu Zhui bajaría
de la montaña dispuesto a sacrificar su vida, le pareció aún más absurdo e
incomprensible. ¿Qué clase de razones tan ruines eran esas?
Xiao
Lan, con la cabeza gacha, siguió hablando:
—Luego
Ji Hao rompió la ventana y entró, me sacó del cerco de la tumba Mingyue, y
después me dijo que ya nos conocíamos desde antes. Incluso afirmó que nuestra
relación era más estrecha que la que tengo con Mingyu, y por eso no le cae muy
bien.
Lu
Wuming casi se escribió la palabra “desprecio” en la cara.
¡Qué
gran pedazo de pan dulce codiciado! Y aún hay quien se dedica a comparar quién
es más íntimo con quién.
Xiao
Lan sintió que le brotaba una capa de sudor frío en la espalda. Por fin había
contado más o menos todo lo esencial, y de momento había logrado ocultar la
verdadera relación entre ambos.
—Así
que le creíste —dijo Lu Wuming—. ¿Y hoy lo llevaste sinceramente a comprar ropa
nueva?
Xiao
Lan casi se atraganta con su propia saliva.
—Por
supuesto que no. Solo quería usar a Ji Hao para desviar la atención de las
sectas sobre Mingyu, y así proteger mejor el pequeño patio de la Montaña Qingcang.
—Pero
Ji Hao no solo te salvó, también dice que es tu viejo amigo. Si no lo
recuerdas, ¿cómo puedes usarlo con tanta tranquilidad?
La
espalda de Xiao Lan, que apenas se había secado un poco, volvió a empaparse.
Tras
vacilar una y otra vez, dijo:
—Instinto.
Lu
Wuming pensó que con alguien así no se podía colaborar.
Hablaba
entrecortado, sus frases no tenían coherencia, tardaba una eternidad en
responder, y tenía esa expresión de incomodidad como si estuvieran obligándolo
a confesar algún secreto monumental.
Xiao
Lan tampoco tenía mucha seguridad en sí mismo. Probó con cautela:
—Señor…
—Me
retiro —dijo Lu Wuming.
—Quienes
secuestraron a Ah Liu y Lin Wei, sin duda lo hicieron con Mingyu como objetivo
—dijo Lu Wuming—. Me disfracé precisamente para atraerlos. Tú solo sigue
paseando por la ciudad con Ji Hao. No importa a quién crean el verdadero Lu
Mingyu; mientras se atrevan a mostrarse, aún podremos salvar a Ah Liu y Lin
Wei.
Xiao
Lan asintió y lo acompañó con la mirada hasta que salió del callejón.
Las
palabras que Qiu Peng dijo aquel día no se le habían olvidado, pero una sola
frase no bastaba para nublar su juicio. Lo ocurrido en el pasado debía
esclarecerse, sí, pero antes había que resolver el caos que se había desatado
en la ciudad.
Lu
Wuming se colocó el sombrero de bambú y siguió caminando por la calle con paso
lento. Parecía relajado, pero sus ojos y oídos estaban tan atentos como los de
una bestia al acecho, manteniendo la vigilancia que la situación exigía.
Creía
que el enemigo aparecería pronto.
Y los
hechos no tardaron en confirmar su intuición.
Una
espada larga y fría como el hielo se lanzó velozmente desde atrás. Lu Wuming ni
siquiera giró la cabeza: con un giro de muñeca, disparó varias armas ocultas
con un chasquido de dedos. El sonido metálico de “ding dang” resonó al chocar
contra la hoja del atacante, y el acero se astilló con una grieta visible.
Ji Hao
retrocedió tambaleante dos pasos. Su muñeca entumecida apenas podía sostener la
espada. En su interior, se sorprendía por la profundidad del poder interno de
Lu Wuming, y sus ojos se tornaron aún más llenos de rencor.
Lu
Wuming, por su parte, no esperaba que fuera él. Por un instante, confundido,
volvió la vista hacia otro lado.
Con el
rostro sombrío, Xiao Lan salió del callejón a grandes pasos, tomó la espada de
Ji Hao y la metió a la fuerza en la vaina. Apretando los dientes, le reprendió
en voz baja:
—¡¿Qué
demonios estás haciendo?!
—¿Y tú
qué crees? —Ji Hao le lanzó una mirada feroz a Lu Wuming—. ¡No pienses que vas
a llevártelo lejos de mí!
Xiao
Lan le dio un golpe de canto con la mano en la nuca.
Ji Hao
se desplomó como trapo mojado y quedó inconsciente.
Lu
Wuming: “…”
«Está loco».
Xiao
Lan, incómodo, dijo:
—Le
ruego a Su Excelencia que no le cuente esto a Mingyu.
La
expresión de Lu Wuming era tan difícil de describir como su estado de ánimo.
«¿“No
pienses que vas a llevártelo”? ¿Y quién querría llevárselo?»
«Con
alguien así, ¿qué sentido tiene esforzarse tanto por secuestrarlo?»
«Mejor
ir a robar panqueques en la calle: los primeros veinte del día se libran de
pagar y hasta les ponen huevo extra».
En
otra residencia, Ah Liu estaba sumergido en una bañera, con solo un paño rojo
atado a la cintura, sentado sin moverse. A su alrededor, decenas de doncellas
lo rodeaban, cada una con una cesta de pétalos en las manos, que arrojaban al
agua en una lluvia fragante.
Ah
Liu, abrumado por el trato, no sabía cómo sentirse. El día que dejó escapar a
Lin Wei pensó que, si no moría, al menos le arrancarían la piel. Jamás imaginó
que acabaría en semejante derroche de lujo y placer.
Una
hora después, una mujer entró lentamente con un laúd en brazos. Al mover los
dedos con soltura, el sonido fluyó como agua de manantial, como perlas cayendo
sobre bandejas de jade.
Ah Liu
abrió la boca y soltó un bostezo. Antes de que la pieza terminara, ya se oía un
ronquido atronador desde la bañera.
“…”
Toda
la habitación quedó en silencio.
Ah Liu
seguía roncando con total tranquilidad, el final del sonido se alargaba como
una cuerda, tan molesto que ponía los nervios de punta. El ruido se colaba por
las rendijas de la ventana, como si pudiera dar vueltas alrededor de la ciudad
Huishuang y, tras varios rodeos, acabar flotando hasta la montaña Qingcang.
******
Lin
Wei, en medio del sueño, escupió otra bocanada de sangre.
Yue
Dadao lloraba a un lado.
Si los
que lograban escapar acababan así, Ah Liu seguramente no correría mejor suerte.
En su cabeza se arremolinaban pensamientos oscuros, repasando todas las
torturas posibles, con gritos desgarradores y lamentos sangrientos que casi
podía oír con sus propios oídos.
Así
que, cuando Tao Yu’er regresó, Yue Dadao ya estaba a punto de llorar hasta el
desmayo.
***
Ah Liu
yacía rígido sobre la cama, mientras un grupo de personas lo rodeaba con manos
torpes, untándole por todo el cuerpo una capa de ungüento de cien flores. Se
decía que solo las señoritas más ricas de la capital se atrevían a usarlo en el
rostro: dulce, suave, con un aroma que se esparcía a lo largo de diez li.

