Capítulo
55: Disfraz
Este
joven maestro Xiao no lo puedes confundir.
La
Tumba Mingyue parecía haber enviado a muchos hombres. A plena luz o en las
sombras, lo seguían de cerca. Aunque Ji Hao no volvía la cabeza, podía sentir
la presión que lo rodeaba desde todos los flancos. Volvió a preguntar:
—¿Y tú
cómo piensas deshacerte de esa gente?
—La
persona que mi tía quiere matar es Lu Mingyu, no tú —Xiao Lan respondió.
—¿Y
eso qué? —replicó Ji Hao.
—Así
que tú solo sigue caminando —dijo Xiao Lan con calma—. No hay motivo para
alarmarse.
Ji Hao
lo miró de reojo:
—Si no
me falla la memoria, los hombres de la tía Fantasma querían capturarte hace
apenas dos días.
Xiao
Lan sonrió.
—Entonces
adivina por qué quería atraparme.
Ji Hao
negó con la cabeza. En momentos como ese, aunque lo supiera, era mejor fingir
ignorancia.
—Solo
quería probar algo. Si se corre la noticia de que estoy atrapado en la Tumba Mingyue,
quería ver si Lu Mingyu se arriesgaría a venir a rescatarme —Xiao Lan explicó.
Ji Hao
soltó una risita.
—¿Y
para qué iba a salvarte? —dijo, aunque luego frunció el ceño con sospecha—.
Caminas por la calle como si nada... ¿No será que quieres que se corra la voz,
para que él sepa que estás bien y se quede tranquilo?
Xiao
Lan lo miró con una sonrisa ambigua:
—Si
caminara solo por la calle, no pasaría nada. Pero si además voy contigo... Si
esa noticia se difunde, ya sería un milagro que no viniera a buscarme por celos…
Que se quede tranquilo, dices...
Ji Hao
no esperaba que hablara con tanta franqueza. Se quedó callado un momento antes
de decir:
—¿Entonces
admites que hay algo entre tú y yo?
Xiao
Lan no respondió. Solo siguió caminando por la ciudad con él a su lado.
Los
hombres de la Tumba Mingyue no llegaron a actuar, pero se mantenían a una
distancia prudente, siguiéndolo con rostros tensos y miradas como cuchillas.
Lu
Wuming se dirigió directamente a una posada en el centro de la ciudad.
Antes
de retirarse a vivir en una isla remota, había disuelto por completo a los
asesinos de la secta Tianwu. Sin embargo, entre sus antiguos subordinados
quedaba uno de absoluta confianza: Cao Xu. Tras algunos años de retiro, Cao Xu
reunió a varios de los viejos hermanos y fundó una nueva organización llamada
la Banda del Águila Negra. Con el tiempo, había logrado consolidarse. Al
enterarse del regreso de Lu Wuming, partió de inmediato desde Yongzhou con sus
hombres para ofrecer ayuda, y luego lo siguió hasta la ciudad Huishuang.
—Mi señor
—saludó Cao Xu, que lo esperaba en la posada.
—¿Cómo
va todo? —preguntó Lu Wuming.
—Nuestros
hombres han estado vigilando a los de la Tumba Mingyue, pero nadie ha hecho
contacto con ellos —respondió Cao Xu—. El sujeto llamado Black Spider está
gravemente herido. Parece que ni él sabe quién lo atacó. Solo se queda en cama,
maldiciendo sin parar.
—El
nivel marcial de ese tipo no es bajo —dijo Lu Wuming—. Si alguien logró dejarlo
así, no puede ser un cualquiera.
—Pero
en los últimos años, no se me ocurre quién en el Jianghu tenga tal nivel.
Alguien con gran habilidad, de edad avanzada, que además tenga rencillas con el
joven maestro Lu… incluso al punto de secuestrar a sus hombres —Cao Xu frunció
el ceño. Si solo hubieran capturado a uno, podría haber sido cosa de Ah Liu y
Lin Wei. Pero al llevarse a ambos, es casi seguro que el objetivo era Lu Zhui.
—Si
realmente vienen por Mingyu, no hay problema. Aunque no podamos encontrarlo, el
enemigo se mostrará por sí solo —dijo Lu Wuming.
—Pero
ahora, aparte de los nuestros y los Xiao, nadie sabe dónde está el joven
maestro —Cao Xu dudó—. ¿De verdad vamos a esperar a que el enemigo se revele?
—Si yo
no estuviera, y Mingyu se enterase de que Lin Wei y Ah Liu fueron secuestrados…
¿qué crees que haría? —preguntó Lu Wuming.
—El
joven maestro Lu bajaría de la montaña a buscarlos sin dudar —respondió Cao Xu.
—Y eso
es justo lo que el enemigo espera —Lu Wuming sacó un paquete del armario. Al
abrirlo, reveló un completo set de artículos para disfrazarse.
Cao Xu
comprendió al instante:
—¿Va a
hacerse pasar por el joven maestro Lu?
—¿No
es a Mingyu a quien están esperando? —Lu Wuming comenzó a colocarse la máscara
con sumo cuidado.
Cao Xu
volvió a dudar:
—Pero
no solo los secuestradores lo buscan. También los de la Tumba Mingyue y todos
los demás grupos desperdigados por la ciudad. Si se corre la voz, se nos
echarán encima como una jauría. ¿No estaríamos buscándonos problemas?
Lu
Wuming suspiró:
—Nunca
debí dejarlo solo.
Al ver
que parecía afectado, Cao Xu intentó consolarlo:
—En
realidad, desde que subió al Acantilado Chaomu, el joven maestro ha vivido
bastante libre y feliz. Dicen que el jefe Zhao Yue es un hombre justo, el Gran
Lord Wen lo cuida bien, y en la taberna Shanhaiju de la Wang Cheng han
llegado casamenteras una tras otra, todas queriendo emparejarlo con sus hijas.
Lu
Wuming sonrió:
—¿Y
Mingyu tiene a alguien en el corazón?
—Seguro
que sí —afirmó Cao Xu con convicción—. Su Excelencia solo tiene que esperar a
cargar su futuro nieto.
Lu
Wuming se rio un momento, luego retomó el tema anterior:
—Xiao
Lan lleva a alguien más consigo. ¿Quién es?
—Justo
iba a hablar de eso —respondió Cao Xu—. Se llama Ji Hao, es el dueño de la Isla
Guyang del Mar del Norte. Vive recluido, casi nadie lo conoce. No sabemos por
qué apareció de pronto en Huishuang ni por qué anda con Xiao Lan. Pero eso no
es lo más curioso. ¿Ha oído los rumores en el camino? Casi todo el mundo dice
que ese joven de blanco es el verdadero joven maestro Lu.
—¿Y
Xiao Lan ha dicho algo? —preguntó Lu Wuming.
—Entraron
a la ciudad hoy —explicó Cao Xu—. Muy ostentosos, recorrieron casi todas las
tiendas de ropa, pero apenas hablaron. Los del Jianghu no se atreven a
enfrentarlos directamente, solo los siguen a cierta distancia. La escena es algo
cómica.
Lu
Wuming soltó una risa,
—Ese
chico sí que es listo.
—Xiao
Lan es gente de la Tumba Mingyue —Cao Xu
le recordó.
—Al
menos sabe que, en momentos de peligro, conviene llevar a un impostor
haciéndose pasar por Mingyu —dijo Lu Wuming—. ¿Y qué tal es Ji Hao?
—Pocos
han tratado con él —respondió Cao Xu—. Ni siquiera se conoce bien su origen. Es
como si hubiera aparecido de la nada.
—Si
todos afuera creen que Ji Hao es Mingyu, entonces es poco probable que me
rodeen —reflexionó Lu Wuming—. La gente de la Tumba Mingyue no es fácil de
engañar, pero si realmente se arma una pelea, y yo estoy a punto de ser llevado
por la Tía Fantasma, ¿la otra parte se quedaría de brazos cruzados? Si él
aparece para intervenir, podríamos averiguar algo sobre el paradero de Ah Liu.
Cao Xu
asintió sin decir más. Se quedó a un lado, observando cómo el hombre frente al
espejo de bronce se transformaba poco a poco: de un hombre maduro a un joven de
aspecto vigoroso.
Padre
e hijo ya eran parecidos de por sí. En figura, en porte, incluso en esa mirada
tan particular, podían tener hasta un ochenta por ciento de semejanza. No solo
los desconocidos: incluso Cao Xu comentó:
—Su
Excelencia y el joven maestro Lu parecen sacados del mismo molde.
Lu
Wuming tomó su espada, se colocó el sombrero de gasa ligera y salió por la
puerta.
Esa
espada había sido forjada por Hai Bi cuando vivían en la isla. No era
especialmente refinada, incluso tenía el filo algo mellado, pero su forma era
idéntica a la espada Qingfeng de la familia Lu. Por eso Lu Wuming la llevaba
siempre consigo: por el cariño de su esposa, y también como si, en lo
invisible, sostuviera la mano de su hijo.
El sol
comenzaba a ponerse. Cuando el cielo se deshizo en tonos de crepúsculo, los
faroles rojos a ambos lados de la calle empezaron a encenderse. Se acercaba el
Año Nuevo. Aunque la gente no se atrevía a salir, al menos querían un poco de
alegría.
Xiao
Lan estaba de pie junto a la ventana de la posada, mirando hacia abajo.
Lu
Wuming cruzó la calle como una ráfaga, tan rápido que apenas se lo vio.
En ese
instante, el corazón de Xiao Lan se quedó vacío por completo. Desde que vio el
gran sable de anillos dorados de Ah Liu tirado entre los arbustos, supo que
algo había salido mal. Su primer pensamiento fue que la tía Fantasma quería
usar a Ah Liu para atraer a Lu Zhui. Por eso había regresado a la ciudad con Ji
Hao: para desviar la atención de los que buscaban a Lu Zhui, y también para
investigar el paradero de Ah Liu, con la esperanza de resolver el asunto antes
de que Lu Zhui se enterara. Pero al final, había llegado tarde.
—¿A
dónde vas? —preguntó Ji Hao.
—Espérame
aquí —respondió Xiao Lan sin volverse, saliendo por la puerta.

