•※ Capítulo 75: Ganoderma Lucidum apareció por
primera vez.
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Ji
Yanran entró al palacio imperial a primera hora de la mañana siguiente. Yun
Yifeng había planeado quedarse en la Mansión del Príncipe Xiao para estudiar el
Fengqiwu, pero el ama de yaves le recordó sutilmente que hacía mucho tiempo que
no visitaba a la Emperatriz viuda. Había oído que ella había enfermado unos
días atrás y había perdido mucho peso.
—¡Es
cierto! —afirmaron todos los sirvientes presentes, y una sirvienta ingeniosa
incluso había preparado cajas de bocadillos y productos nutritivos. Muchas de
las cajas rojas y verdes estaban atadas con cintas de seda formando una pagoda.
Parecía que toda la residencia se había unido para evitar que el Maestro de
secta Yun compusiera nuevas canciones de tono “demoníaco” basadas en poesía,
por mero capricho. Incluso la Emperatriz viuda sonrió y le aconsejó que no se
encerrara todo el día en la mansión.
—He
oído que las flores del Jardín Imperial han florecido maravillosamente,
formando un mar de rojos y púrpuras, y que el estanque está lleno de lotos.
Puedes pasear en bote por allí, cerrar los ojos y sentir que estás en Jiangnan.
¿No siempre quisiste ir a Jiangnan? ¿Por qué no vas y echas un vistazo?
Sonaba
como una oferta bastante tentadora… Yun Yifeng se levantó.
—Entonces
iré a buscar a Su Alteza.
—¡Sí,
deberías! —todos se colocaron las manos dentro de las mangas y se quedaron en
la puerta, sonriendo mientras lo veían entrar al Palacio.
—¡Asegúrate
de cenar antes de regresar!
Ji
Yanran se encontraba en el estudio imperial. Había mostrado el arma oculta con
ballesta modificada a Li Jing y dijo:
—Lo
que Yun’er quiere decir es que, si el anclaje interno puede cambiarse por
agujas venenosas, sería más eficaz y requeriría menos esfuerzo. ¿Por qué no
producimos un lote y seleccionamos a trescientos soldados del batallón de
vanguardia para probarlo?
—Puedes
tomar decisiones en este tipo de asuntos —respondió Li Jing, bajando de su
silla de dragón y tomando una caja de madera de manos del eunuco Desheng—.
Originalmente quería cumplir el deseo del Padre Imperial y quemarla, pero lo
pensé mejor y sentí que tal vez te interesaría la información.
Ji
Yanran dudó.
—¿Esto
es lo que encontramos siguiendo el Mapa Secreto de Zichuan?
Li
Jing asintió.
—Échale
un vistazo.
El
mecanismo de la caja estaba roto, lo que facilitaba abrirla. Una caja tan
grande contenía únicamente una gruesa pila de manuales amarillentos, con los
bordes curvados por el tiempo y llenos de palabras garabateadas y desordenadas.
Parecían… estrategias militares. Ji Yanran reconoció la firma ostentosa.
—¿Este
fue el esfuerzo de toda la vida del General Lu Guangyuan, registrado por Pu
Xianfeng?
—Lo
revisé por encima hace un momento, y en efecto, el contenido recoge las
experiencias de expedición del General Lu —dijo Li Jing—. Y esos registros son
extremadamente detallados: incluyen el clima, el terreno, el número de
personas, el despliegue estratégico de ambos bandos, experiencia en combate y
mucho más. Básicamente, lo tiene todo.
No
era solo un manual de estrategias militares; también contenía registros de Lu
Guangyuan liderando tropas en el Norte y el Sur. Prácticamente había cabalgado
cada rincón de las tierras desoladas de Gran Liang. Y el Mapa Secreto de
Zichuan incluso contenía el número de habitantes de esas regiones, el terreno y
las costumbres del pueblo. Esto habría sido clave para mantener la paz y
estabilidad del país.
—Por
los garabatos y las palabras, parece que esto es solo un borrador y aún no ha
sido compilado como manual —dijo Li Jing—. Tal vez esperaba ordenarlo y
revisarlo antes de entregárselo al Padre Imperial.
Ji
Yanran cerró el pergamino.
—Parece
que sí.
Ninguno
de los dos mencionó la otra posibilidad: que Lu Guangyuan, de quien se
rumoreaba desde hacía años que colaboraba con los enemigos por culpa de Xie
Hanyan, hubiera escrito este manual militar no para dedicárselo al antiguo
Emperador, sino para entregárselo a los enemigos y derribar a Gran Liang.
Pero
eso ya no importaba.
La
familia Xie había sido decapitada hacía tiempo, la familia Lu también había
caído en desgracia desde hacía años. Sus descendientes no representaban una
amenaza para la Autoridad Imperial. Y ahora que incluso Yun Yifeng estaba
implicado, tanto Ji Yanran como Li Jing estaban más que dispuestos a permitir
que Lu Guangyuan fuera recordado como un General leal y valiente. Más aún,
había dejado un manual tan valioso que sería de gran beneficio para el futuro
de Gran Liang.
—Muchas
gracias, hermano imperial. Volveré y estudiaré esto con detalle —dijo Ji Yanran.
—El
asunto del Mapa Secreto de Zichuan está completamente cerrado —Li Jing volvió a
sentarse en la silla de dragón y preguntó de nuevo—. Nuestro Segundo Hermano
viene a Wang Cheng. Supongo que ya has oído la noticia.
—Probablemente
sabe que no le queda mucho tiempo de vida, así que quiere regresar y suplicar
por su vida ofreciendo otra cosa —dijo Ji Yanran—. Ambos hemos visto cuán
astuta es la familia de su madre. Aunque la familia Yang ha caído, no está
completamente derrotada. Es muy probable que estén planeando un regreso.
—Ya
no me importa si vive o muere —expresó Li Jing—. Lo detesto profundamente. En
cuanto a la familia Yang, habría estado bien si simplemente aceptaran su
destino y vivieran en paz, pero aún albergan ese tipo de pensamientos. Tú y yo
acabábamos de obtener el Mapa Secreto de Zichuan, y poco después, nuestro
Segundo Hermano también se enteró y corrió hacia Wang Cheng. Hay alguien dentro
de la corte imperial que le está pasando información.
—Hermano
imperial, calma tu ira —al ver la expresión sombría en su rostro, Ji Yanran lo
consoló—. Ya que la persona en cuestión está aquí, escuchemos primero lo que
tiene que decir.
En
el Jardín Imperial, Jiang Lingfei sostenía un nido caído y lo colocaba con
cuidado de nuevo en el árbol. Un grupo de sirvientas del palacio al pie del
árbol levantaban la vista. Algunas lo colmaban de elogios, otras agitaban
pañuelos y aplaudían, y unas cuantas se sonrojaban con el corazón acelerado.
Tras asegurarse de que el nido estaba firme, Jiang Lingfei miró hacia abajo con
aire triunfal. Justo cuando pensaba en una pose elegante para descender, una
ráfaga de viento le rozó la oreja y todas las chicas gritaron.
—¡CUIDADO!
Los
ojos oscuros de Jiang Lingfei brillaron. Se giró de inmediato y lanzó una
palmada demoledora. El golpe fue como un cuchillo cortando los campos helados
en los días más fríos del año. Aunque Ji Yanran logró esquivarlo a tiempo, el
dorso de su mano fue rozado y comentó, molesto:
—¿No
podías ver quién era antes de atacar?
Al
aterrizar, Ji Yanran aplastó la serpiente venenosa y la arrojó a un eunuco que
estaba cerca.
—Limpia
y revisa si hay más serpientes en el jardín imperial, no vaya a ser que muerdan
a alguien por accidente.
El
eunuco se puso manos a la obra de inmediato. Jiang Lingfei soltó una risa
culpable. Sacó un pañuelo perfumado de algún lugar desconocido y ayudó a Ji
Yanran a vendar la mano herida, sosteniéndola con sinceridad entre sus palmas
mientras soplaba suavemente sobre ella.
—Duele,
duele, aléjate ya.
A
Ji Yanran se le erizó la piel en la espalda y lo apartó de una patada.
—¿Dónde
está Yun’er?
—Sigue
con la Emperatriz viuda —respondió Jiang Lingfei—. ¿Ya terminaron de hablar
sobre Li Jun?
—Escucharemos
primero lo que tiene que decir. No es tarde para matarlo después —Ji Yanran
entró en un pabellón—. El hermano imperial me ha entregado el manual militar
que se encontró con el Mapa Secreto de Zichuan.
Jiang
Lingfei se mostró sorprendido.
—¿No
había ordenado el antiguo Emperador que se quemara?
—Es
beneficioso para el Imperio, ¿por qué habría de quemarse? Además, el General Lu
fue leal y valiente toda su vida, y no hizo nada malo —dijo Ji Yanran—. La
intención del hermano imperial es ordenar y revisar este manual militar para
que las futuras generaciones lo estudien y así los esfuerzos del General Lu no
se pierdan.
—Sabes,
nunca me ha gustado el Emperador —suspiró Jiang Lingfei con emoción—. Pero lo
que acaba de hacer es muy generoso.
—Esto
es el palacio imperial, cuida tus palabras —Ji Yanran frunció el ceño y
advirtió—. Ustedes, los hermanos de la familia Jiang, son muy calculadores
entre sí. ¿Qué tiene eso que ver con mi hermano imperial? No digas tonterías en
el futuro.
—Para
competir por el liderazgo de la familia Jiang, he presenciado muchas cosas
extrañas. Hubo un año en que un adivino dijo que tenía el porte de un líder del
Jianghu. Tenía apenas ocho años y soltaron serpientes en mi habitación —dijo
Jiang Lingfei con tristeza, haciendo un puchero—. Las intrigas del Palacio son
aún peores que eso. Es imposible que alguien ascienda al trono sin tener
maquinaciones detrás.
Ji
Yanran lo miró con ojos llenos de advertencia.
—Está
bien, está bien, está bien. Me callo —Jiang Lingfei se rindió de buena gana y
preguntó—. ¿Solo había manuales de estrategia militar en el tesoro que
encontramos según el Mapa Secreto de Zichuan?
—Eso
es lo que dijo mi hermano imperial —respondió Ji Yanran.
Jiang
Lingfei se recostó sobre sus brazos. Ya ves, ni tú crees que solo haya manuales
militares allí.
Usó
la punta del pie para empujar a Ji Yanran.
—Ahora
sabes quiénes son las personas en las que puedes confiar plenamente, abrir tu
corazón y entregar tu vida, ¿verdad?
—Lao
Zhang —respondió Ji Yanran con indiferencia.
El
tercer joven maestro Jiang se incorporó, desconcertado.
—¿Quién
es Lao Zhang?
—El
tipo que vende youtiao en la calle Huaihua —explicó Ji Yanran.
Jiang
Lingfei sintió una mezcla de tristeza e indignación. «¿Pongo mi vida en
juego por ti y no puedo compararme con un vendedor de youtiao?»
—Al
menos el que hace youtiao no tiene el descaro de decir tonterías. Si no
cierras la boca en el futuro, te enviaré al Noroeste —Ji Yanran se levantó—.
Vamos, a comer.
Jiang
Lingfei se levantó a regañadientes y lo siguió con pasos pequeños. «Está
bien, comeremos. Pero que quede claro: si coqueteas y te pones todo meloso con
el Maestro de secta Yun más tarde, voy a voltear la mesa».
La
comida en el Palacio de la Emperatriz viuda siempre había sido insípida. Y para
cuidar la salud de Yun Yifeng, ni una pizca de aceite se veía —al fin y al
cabo, según los rumores que circulaban en el Jianghu, los jóvenes elegantes
vestidos de blanco como la nieve comían platillos delicados y ligeros, y jamás
se les vería mordiendo una pata de cerdo.
Por
lo tanto, no había ni un solo plato apetitoso sobre la mesa.
Jiang
Lingfei, el más ingenioso y sin lazos familiares que lo retuvieran, dijo que
tenía “algo que hacer en casa” tras comer dos bocados. Se deslizó fuera con
rapidez, como si tuviera aceite en las suelas, y encontró un rincón tranquilo
para tomar una siesta.
El
barquero del Lago Xiangsi ya había preparado una pequeña embarcación y esperaba
a que el Príncipe Xiao y el Maestro Yun salieran a pasear por la tarde. Aunque
no era tan vasto como el Lago del Oeste o el Lago Tai, era raro que un palacio
contara con un cuerpo de agua tan resplandeciente. El bote estaba provisto de
melones, frutas y cubos de hielo para combatir el calor veraniego. Una vez que
los remos se apoyaban, podían deslizarse lentamente entre los lotos en flor y
detenerse bajo la sombra de los árboles, lo que les permitiría tomar una siesta
vespertina con toda comodidad.
—¿Quieres
que te arranque uno? —susurró Ji Yanran.
—Está
floreciendo tan bonito, no hace falta arrancarlo —Yun Yifeng yacía sobre su
regazo, mirando las nubes blancas y tenues en el cielo, y al cabo de un rato no
pudo evitar preguntar—: Dime, además del manual militar, ¿de verdad no había
ninguna carta escrita con sangre criticando al antiguo Emperador ni la verdad
sobre el retraso de los refuerzos en Ciudad Heisha en el Mapa Secreto de
Zichuan?
Ji
Yanran le pellizcó la oreja.
—Si
de verdad quieres saberlo, ¿por qué no me cuelo en el estudio y te lo robo?
Yun
Yifeng: “…”
Cerró
los ojos, sin intención de continuar con ese tema.
Ji
Yanran sonrió y acercó una gran hoja de loto para bloquear la luz del sol que
caía sobre Yun Yifeng.
El
calor del verano era abrasador. Hacía tanto calor que incluso las cigarras
habían dejado de cantar, y el único sonido que se oía era el del viento
soplando y el de las flores al caer. Las olas golpeaban suavemente el costado
del bote y lo mecían como una cuna de infante. El tiempo se deslizaba
lentamente, y la persona en el bote cerró los ojos sin darse cuenta, durmiendo
plácidamente rodeado por la fragancia de los lotos.
En
el jardín imperial, un grupo de personas avanzaba con prisa. El hombre que
encabezaba el grupo vestía una túnica de brocado púrpura. Aunque se le veía
ansioso y sus pasos eran apresurados, su porte imponente no se desdibujaba, y
quienes lo acompañaban lo servían con temor reverencial. Al pasar junto al
lago, el sonido del sizhu llegó a sus oídos. Se detuvo en seco y dirigió la
mirada hacia el origen del sonido.
La
escena durante el sexto mes era verdaderamente pintoresca, pero justo tenía que
haber un pequeño bote detenido en medio del agua. En él yacía una figura
vestida de blanco, con las mangas y el cabello negro como tinta cayendo como
agua, ondeando suavemente con la brisa. Estaban demasiado lejos, así que Li Jun
no podía distinguir sus rostros con claridad. Mientras pensaba en ello, avanzó
unos pasos apresurados hasta el borde del lago, estirando el cuello como un
pollo, deseando ver bien al bello durmiente.
Los
sirvientes a su lado no entendían qué ocurría, así que lo siguieron y
dirigieron la mirada en la misma dirección. Todos se sobresaltaron y le
recordaron en voz baja:
—Su
Alteza… es el Príncipe Xiao.
—¿¡Ah!?
—al escuchar ese nombre, el alma de Li Jun pareció abandonar su cuerpo.
Preguntó con ansiedad— ¿Dónde está?
—En
el… en el bote —respondió su sirviente, abatido. Pensar que llevabas tanto rato
mirando en esa dirección y ni siquiera lo habías notado.
Li
Jun sintió un escalofrío recorrerle la espalda y alzó la mirada temblorosa
desde la figura hasta el rostro del Príncipe Xiao.
El
rostro de Ji Yanran era de piedra y lo observaba con una frialdad gélida.
No
había diferencia entre sus ojos y los ojos de la muerte.
Li
Jun soltó un grito y quiso escabullirse, pero sus piernas no le respondieron.
Se le aflojaron las rodillas, resbaló y cayó de espaldas.
—¡Ahh!
—¡Su
Alteza!
—¡Sirvientes!
—¡Rápido,
el Rey de Pingle ha caído al agua!
El
alboroto junto al lago despertó a Yun Yifeng, quien se incorporó con la mirada
aún nublada por el sueño.
—¿Qué
está pasando?
—Nada
importante —Ji Yanran le cubrió los oídos con suavidad—. Es raro que haga tanto
fresco en esta estación, deberías dormir un poco más.
Yun
Yifeng miró hacia atrás con curiosidad y, por casualidad, vio a un hombre
empapado siendo arrastrado hasta la orilla por varias personas. Apenas sus pies
tocaron tierra firme, el sujeto salió corriendo como alma que lleva el diablo.
—Es
el Rey de Pingle ¿verdad?
Ji
Yanran alzó una ceja.
—¿Puedes
saberlo solo con mirar?
—Cuando
una persona normal es rescatada tras caer al agua, al menos se toma un momento
para recuperar el aliento en la orilla. Solo él saldría corriendo, aunque
tuviera el estómago lleno de agua —Yun Yifeng bostezó y volvió a acomodarse en
el regazo de Ji Yanran—. Aparte del Rey de Pingle, que siempre teme que lo
mates, me temo que nadie más encaja en esa descripción.
—Duerme
—Ji Yanran le dio unas palmaditas suaves en la espalda, sin intención de seguir
hablando del asunto—. Esa carga inútil, codiciosa y lasciva ni siquiera merece
que la menciones.
—Entonces
tú tampoco deberías enfadarte —sonrió Yun Yifeng—. Vamos a visitar al Emperador
más tarde.
En
otro rincón del palacio imperial, Li Jing también había oído la historia del “Rey
de Pingle cayendo al agua por culpa de la mirada del Príncipe Xiao”.
—Aún
está cambiándose de ropa —informó el eunuco Desheng—. Se lastimó la pierna,
pero el médico imperial ya aplicó medicina sobre la herida. Es solo una lesión
menor.
Li
Jing sintió que se avecinaba un dolor de cabeza.
—Entonces
que descanse un poco más…
Apenas
había terminado de hablar cuando un agudo “¡Este rey saluda al hermano imperial!”
resonó en la sala. Fue tan estridente que el eunuco Desheng se sobresaltó.
Li
Jun acababa de vomitar toda el agua que había tragado y aún estaba muy débil.
Pero incluso en ese estado, no quería retrasar más su entrada. «¡Mi hermano
menor, el que quiere m-m-matarme, también está en el Palacio!»
Apenas
cruzó el umbral, se dejó caer al suelo para arrodillarse. Primero lloró por la
añoranza y lo difícil que había sido el viaje, y luego, antes de que Li Jing
pudiera consolarlo como dictaba la tradición, Li Jun fue directo al motivo de
su visita.
—He
venido a presentar un tesoro al hermano imperial.
Habría
estado bien si no lo mencionaba. Pero al hacerlo, Li Jing recordó el Mapa
Secreto de Zichuan, y su rostro se volvió solemne mientras lo observaba en
silencio. «¿Un tesoro?»
Li
Jun volvió a asustarse. Todo su cuerpo empezó a sudar frío. Se apresuró a
postrarse y sollozó:
—E-e-es
verdad, esta vez, esta vez de verdad conseguí información sobre el H-h-hongo Ganoderma
Lucidum de sangre.
En
ese momento, también se anunció la llegada de Ji Yanran y Yun Yifeng al
estudio.
Li
Jing hizo una seña al eunuco Desheng para que les ofreciera asientos y luego
volvió a interrogar a Li Jun.
—¿Y
por qué debería creerte otra vez?
—P-p-porque
lo he traído conmigo —respondió Li Jun con apuro, sacando una bolsa de tela de
su manga—. Tenía miedo de que se perdiera en el camino, así que no dejé que mis
sirvientes lo tocaran. Incluso dormí abrazado a él.
Todos
en la sala quedaron desconcertados; sorprendidos por su revelación, lo miraban
fijamente. La bolsa de tela estaba empapada y resultaba difícil de abrir. Li
Jun tiró de ella dos veces con fuerza, mientras escaneaba con la mirada
periférica a los presentes, como si acabara de darse cuenta de algo. Su voz
retumbó en la sala mientras intentaba explicarse:
—¡No,
no puede ser! Aunque he t-traído el Ganoderma Lucidum Sangre, n-n-no se puede
usar…

