•❥ ❥• Extra 1: Zhao Yue y Wen Liunian •❥ ❥•
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Sopa Tonificante.
Dado que es la capital imperial, el
Año Nuevo siempre es más animado que en otros lugares. En el vigésimo día del
duodécimo mes lunar, cada familia está ocupada comprando provisiones para el
Año Nuevo, y el mercado está tan lleno de gente que apenas se puede mover. A
ambos lados de la calle, los pequeños puestos de comida son interminables; no
solo por comer, sino incluso solo por oler, uno no puede evitar babear.
—Gran jefe Zhao —saludó con
entusiasmo el vendedor de pastelillos de azúcar, con las manos metidas en las
mangas—. ¿Lord Wen no salió hoy?
—Está ocupado con asuntos en el
palacio imperial —respondió Zhao Yue.
—Lord Wen sí que trabaja duro. ¡Ni
siquiera puede descansar en Año Nuevo! —comentó el vendedor con pesar, mientras
sacaba una bolsa de pastelillos y se la metía a la fuerza a Zhao Yue.
Al ver esto, los vecinos alrededor
también se acercaron con todo tipo de alimentos, hablaban todos a la vez,
insistiendo en que Zhao Yue los llevara a casa, temiendo que Wen Liunian
estuviera pasando hambre. Si no fuera porque Lu Zhui apareció justo a tiempo,
probablemente al gran jefe Zhao le habrían colgado hasta una ristra de ajos al
cuello.
—¿Lord Wen sigue en el palacio
imperial? —preguntó el segundo jefe Lu.
Al mencionar el asunto, Zhao Yue no
pudo evitar suspirar. Era normal que hubiera más trabajo cerca del fin de año,
pero llevar cinco o seis días sin volver a casa… eso ya era demasiado.
En el interior del palacio imperial,
Wen Liunian había terminado sus tareas y se dirigía a la cocina imperial a
buscar un bocadillo. Justo cuando estaba por salir del palacio para regresar a
casa, Lord Liu Dajiong lo interceptó, insistiendo en invitarlo a tomar el té en
su residencia.
—Lo digo desde ya: tomar té está
bien —advirtió Wen Liunian con cautela—. Pero si es para hablar de un
matrimonio entre el segundo jefe Lu y su sobrina, eso sí que no.
Lord Liu Dajiong no se rendía, con
lágrimas en los ojos:
—Aunque sea solo para invitar al
segundo jefe Lu a cenar en mi humilde morada…
—Si usted está interesado en el
segundo jefe Lu, puede ir directamente a la taberna y hacerle la invitación en
persona —Wen Liunian también quería llorar.
«¡No me arrastre a mí!»
Tras mucho esfuerzo, logró
despedirse de Lord Liu, pero justo al girar la esquina se topó con el ministro
Zhang. Al ver que no podía evitar el encuentro, Wen Liunian se llevó la mano a
la frente y se apoyó contra un árbol torcido al borde del camino, con expresión
débil y enfermiza.
—¡Ay! ¿Qué le ha pasado, Su Excelencia?
—Zhang se alarmó y corrió a sostenerlo.
—He leído demasiados memoriales de
las provincias. Me ha dado vértigo —respondió Wen Liunian con voz apagada y
rostro demacrado.
Al verlo así, el ministro Zhang no
se atrevió a mencionar el matrimonio de su nieta. Ordenó de inmediato que
trajeran una litera y envió a Wen Liunian de regreso a casa.
—Si no volvías hoy, iba a ir al
palacio imperial a secuestrarte —dijo Zhao Yue, pellizcándole la barbilla con
ternura—. ¿Otra vez sin dormir ni descansar? ¿Por qué tienes tan mala cara?
—No fue gran cosa, solo estuve
revisando unos memoriales para el Emperador Chu —murmuró Wen Liunian, apoyado
en el hombro de Zhao Yue, con voz apagada—. Pero eso no es lo que me tiene
agotado.
—¿Entonces qué es? —preguntó Zhao
Yue.
—Estos días he tenido que trabajar
con varios funcionarios, y cada dos por tres aparece alguien queriendo
arreglarle un matrimonio al segundo jefe Lu —Wen Liunian estaba al borde del
llanto—. Todos hablan sin parar, y al final me obligan a aceptar un retrato.
¡Cada vez que lo abro es una jovencita en plena flor de la edad, perfumada
hasta marearme! Incluso hubo quien me pidió que le escribiera un poema de amor…
Zhao Yue le dio unas palmaditas en
la espalda para consolarlo, aguantándose la risa.
El Reino del Gran Chu tenía
costumbres bastante abiertas, y los libros populares no escaseaban. Desde las
Tres Realidades y Nueve Provincias hasta los territorios salvajes del caos,
todo se vendía. Pero lo que más éxito tenía eran las historias del Jianghu:
jóvenes héroes vestidos de brocado, con una espada y un caballo, recorriendo el
mundo. No hacía falta mucha descripción para despertar la imaginación.
Los jóvenes se emocionaban al
escucharlas, y las señoritas suspiraban en secreto, soñando con casarse algún
día con un hombre así. Con el tiempo, hasta las herrerías de Wang Cheng
prosperaron: cada familia, supiera o no artes marciales, quería comprar una
espada. Para proteger el hogar, para practicar un poco… y también por el aire
heroico que daba.
—¡Vamos, vamos! ¡La espada Chiyan
del líder Qin Shaoyu, la espada Jiyue del gran Jefe Zhao! ¡Todo por solo veinte
monedas! —gritaba un vendedor con las manos metidas en las mangas—. ¡Antes
costaban cien, doscientas, hasta trescientas taeles! ¡Ahora todo en oferta!
El negocio iba viento en popa.
Pero claro, comprar una espada no
convertía a nadie en héroe de inmediato. Aunque Wang Cheng estaba llena de
gente, los verdaderos expertos del Jianghu eran pocos. Al fin y al cabo,
estando bajo la mirada del Emperador Chu, ningún gran clan se establecería
allí. Solo pasaban de vez en cuando. En ese contexto, Lu Zhui, con su pasado
misterioso, se convirtió en el soltero más codiciado por las casamenteras.
La taberna Shanhaiju era la
más grande de la ciudad. Siempre llena de clientes, con una fortuna
considerable. Además, el segundo jefe Lu era hermano jurado del gran jefe Zhao,
lo que lo hacía pariente de Wen Liunian. Él tenía un aspecto refinado y sonrisa
amable, era el típico caballero de blanco, tan elegante como el jade. Lo mejor
de todo: tenía buen carácter y era un auténtico experto en artes marciales. Se
decía que su habilidad era insondable.
—Si tuviera veinte años menos, yo
también querría casarme con alguien así —exclamó la casamentera Liu, tan
emocionada que parecía que el lunar junto a su boca iba a despegar.
Todos los presentes estuvieron de
acuerdo, y el retrato del segundo jefe Lu se convirtió en un éxito de ventas.
—Quién te ha visto y quién te ve
—dijo Zhao Yue, recordando los días en la ciudad de Cangmang, dándole una
palmada en el hombro—. Nadie escapa del destino.
Lu Zhui sentía que le dolía la
cabeza.
—Aunque pensándolo bien, estar solo
tanto tiempo tampoco es lo ideal —comentó Zhao Yue—. ¿Has pensado en formar una
familia?
Lu Zhui lo miró, desesperado:
—No me digas que tú también tienes
una joven lista para casarse.
—Pues sí —Zhao Yue se encogió de
hombros—. La hermana de Xiao Liuzi. Mi suegra la menciona en cada carta.
Lu Zhui no sabía si reír o llorar.
—¿Todavía te preocupa que algún
enemigo venga a buscarte? —Zhao
Yue le pasó una jarra de vino.
Lu Zhui negó con la cabeza.
—El plazo de tres años ya se
cumplió, y él no ha aparecido. Tal vez no vuelva nunca.
(Si volverá amigo xD. Contexto: libro
5)
—Nunca te he preguntado por tu
pasado —dijo Zhao Yue—. Pero si necesitas ayuda, solo dilo.
Lu Zhui asintió.
—Gracias.
—Entre hermanos no hace falta
agradecer —sonrió Zhao Yue—. Vamos, hoy es la víspera del Año Nuevo. Cerremos
la posada temprano y vayamos a casa para la cena de reunión.
La residencia Wen estaba llena de
vida. La mesa ya estaba repleta de platos. Wen Liunian había ido dos veces a la
cocina, pero la tía lo echó ambas veces. Molesto, se sentó en los escalones a
ver cómo el lobo de armadura roja tomaba el sol.
—¿Te regañaron otra vez? —preguntó
Zhao Yue.
—¡Sí! —respondió Wen Liunian,
apretando los puños con indignación.
—La última vez te comiste todo el
plato de pollo desmenuzado —Zhao Yue le revolvió el cabello.
La señora Wang quería preparar pollo
picante, pero cuando se dio la vuelta, el picante seguía ahí… ¡el pollo había
desaparecido!
Fue como si le cayera un rayo.
—¡Tenía hambre! —dijo Wen Liunian,
muy convencido.
—Pero no se te nota —Zhao Yue lo
ayudó a levantarse.
—¡Sí se nota! —insistió Wen
Liunian—. ¡Mi cintura está más delgada!
—Sí, sí —respondió Zhao Yue con
evasiva, llevándose a los invitados al salón para tomar té.
—Por cierto, ¿le preguntaste al
segundo jefe Lu? ¿Tuvo algún resultado? —Wen Liunian recordó de pronto.
—Tal como se esperaba, no quiere
casarse —dijo Zhao Yue—. Siempre dice que está acostumbrado a vivir errante,
sin raíces.
—Pero no puede seguir así para
siempre —Wen Liunian se rascó la oreja.
—No empieces con ideas raras —Zhao
Yue le dio un golpecito en la cabeza—. Lu Zhui guarda muchas cosas en el
corazón. Si no las resuelve, no va a pensar en formar una familia. No se le
puede forzar.
—Tú también tenías muchas cosas
guardadas, y aun así te casaste conmigo —Wen Liunian le rodeó el cuello con los
brazos.
—No puedo ganarte en esto —Zhao Yue
lo levantó en brazos—. Pero en este asunto, se hace lo que yo diga.
—Está bien, no me meto —Wen Liunian
se acomodó en su hombro—. Pero esta noche quiero comer estofado de codillo.
—La última vez te cayó mal —Zhao Yue
frunció el ceño.
—Quiero comerlo —Wen Liunian tragó
saliva.
—Solo un poco —cedió Zhao Yue,
resignado.
—¡Perfecto! —asintió Wen Liunian,
feliz.
Desde el palacio imperial también
habían enviado muchas recompensas. Además de los habituales rollos de seda y
monedas de plata, había varios manjares. El eunuco Sixi dijo que era un lote
exclusivo, que ningún otro funcionario había recibido.
Al ver el enorme jamón sobre el
techo del carruaje, Wen Liunian no cabía en sí de alegría.
—Hay algo más —dijo Sixi, sacando un
paquete de hierbas del carro—. Lord Ye lo envió para Su Excelencia.
—¿Qué es? —preguntó Wen Liunian,
curioso.
Sixi se acercó y le susurró unas
palabras al oído.
—¡Ejem! —Wen Liunian miró al cielo.
«No es que lo necesite tanto…»
En la cocina, la tía estaba cortando
rábanos. Al girarse, vio a Wen Liunian entrar sigilosamente, mirando a todos
lados, y suspiró:
—Señor, ya casi es hora de comer.
¿No puede esperar un poco? No hay nada listo para comer.
—No es eso —Wen Liunian le entregó
un pequeño paquete de hierbas—. Agrégalo al cuenco de sopa del gran jefe Zhao.
—¿Qué es? —preguntó la tía,
intrigada.
—Para reforzar la energía…
—respondió Wen Liunian con total naturalidad.
La tía no preguntó más. Al abrir el
paquete, notó un aroma agradable, parecido al ginseng, y lo añadió a un cuenco
de sopa.
Wen Liunian salió de la cocina
satisfecho, rascándose la mejilla.
Un momento después, Lu Zhui entró.
El ayudante Ah Mao lo recibió con entusiasmo:
—¿El segundo jefe Lu viene a buscar
algo de comer?
—¿Hay sopa caliente? —preguntó Lu
Zhui. Había estado jugando en la nieve con unos niños y sentía frío.
—¡Claro que sí! Justo acaba de
terminar de cocerse —Ah Mao le sirvió con cuidado un pequeño cuenco—. Para que
entre en calor, ya casi está lista la cena.
Lu Zhui probó un par de sorbos y le
pareció sabrosa. En pocos minutos se la terminó, agradeció y se retiró a su
habitación. La tía, ocupada entre vapores y sartenes, ni se acordó del asunto
de la sopa.
La cena de Año Nuevo fue un festín:
frituras, guisos, asados… La mesa estaba repleta. No solo había estofado codillo,
también filete pescado. Frente a cada comensal había un pequeño cuenco de sopa,
y al destaparlos, el aroma era irresistible.
Wen Liunian, con media costilla en
la boca, miraba sonriente a Zhao Yue.
El gran jefe Zhao sintió un
escalofrío en la espalda:
—¿Qué pasa?
—Nada —Wen Liunian se acercó más—.
Bebe despacio. No desperdicies ni una gota.
Lu Zhui observaba con dolor de
muelas. Se concentró en su sopa, resignado. «Estos dos… hasta comiendo
coqueteaban».
Tras la animada cena, salieron a
pasear por la calle, lanzaron fuegos artificiales, comieron dumplings y
regresaron tomados de la mano para descansar. Después del baño, Wen Liunian se
sentó en la cama con las piernas cruzadas, las mejillas sonrojadas, mirándolo intensamente.
—¿Qué pasa? —Zhao Yue se rio,
pellizcándole la barbilla.
Wen Liunian bajó la mirada… y volvió
a bajarla.
«Lord Ye dijo que era muy
tonificante».
—¿Hmm? —Zhao Yue lo abrazó—. Pequeño
bribón.
Wen Liunian frunció los labios,
esperando un beso. Zhao Yue apenas había desatado su cinturón, cuando se
escucharon pasos afuera.
—Gran jefe Zhao, Lord Wen —llamó Ah
Mao con cautela desde el patio.
—¿Qué puede ser a estas horas? —Wen
Liunian frunció el ceño. Zhao Yue lo envolvió en el edredón y salió a ver qué
ocurría.
Ah Mao estaba en el patio, nervioso,
acompañado por la igualmente inquieta tía de la cocina.
***
Un momento después, Zhao Yue regresó
al cuarto, entre divertido y exasperado:
—¿Qué clase de sopa medicinal
preparaste esta vez?
—¿Solo por eso? —Wen Liunian se
rascó la mejilla, algo avergonzado—. El médico divino Ye la envió. Dijo que era
muy tonificante. No solo refuerza el cuerpo y la energía… también tiene “ese
efecto”…
—¿Crees que necesito ese tipo de
cosas? —Zhao Yue le levantó la barbilla.
—Por supuesto que no —respondió Wen
Liunian—. Pero si ya lo tenemos, no hace daño probarlo.
—Pues ahora está hecho —dijo Zhao
Yue—. Se lo comió Lu Zhui.
—¿¡Ah!? —Wen Liunian se quedó
boquiabierto.
Zhao Yue se encogió de hombros.
Wen Liunian: “…”
En el pequeño patio del otro lado,
Lu Zhui acababa de acostarse cuando escuchó que llamaban a la puerta.
—¿Quién es? —frunció ligeramente el
ceño.
—Soy yo —respondió Zhao Yue desde la
entrada.
—¿El gran jefe Zhao viene a buscarme
a estas horas? —Lu Zhui estaba desconcertado.
—¿Sientes calor? —preguntó Zhao Yue
sin rodeos.
Wen Liunian le dio un pellizco. «¡Sé
más sutil!»
—¿Por qué habría de sentir calor?
—Lu Zhui no entendía nada.
—Si no sientes calor, mejor —Zhao
Yue se dio la vuelta—. No es nada, duerme tranquilo.
Lu Zhui: “…”
«¿Está loco o qué?»
La cena había estado algo salada.
Tras acostarse un rato, Lu Zhui se levantó a buscar agua, pero cuanto más
bebía, más sed tenía.
Y de pronto… empezó a sentir calor
de verdad.
Como si tuviera fuego ardiendo por
dentro. Lu Zhui apretó los dientes, se puso una capa y fue al patio contiguo.
Justo cuando el gran jefe Zhao
estaba a punto de hacer el amor con su esposo, lo obligaron a bajarse de la
cama a gritos.
Wen Liunian, envuelto en su bata, se
asomó con cautela por la ventana.
—No pasa nada, solo son cosas
tonificantes —lo consoló Zhao Yue—. Aguanta un poco y se te pasará.
Lu Zhui casi quiso volcarle el balde
de agua en la cabeza.
Zhao Yue también tenía una expresión
inocente.
—De verdad que en esto no puedo
ayudarte.
Lu Zhui respiró hondo, se dio media
vuelta y se fue al patio trasero.
A practicar artes marciales.
Para disipar el fuego.
Para calmar el calor.
—¿El segundo jefe Lu no me va a
golpear mañana? —Wen
Liunian se sentía culpable.
—No fue tu culpa —Zhao Yue lo abrazó
de nuevo—. Se comió mi medicina tonificante, y encima gratis. Ya salió ganando.
Wen Liunian: “…”
«No es así como se hacen las cuentas».
A la mañana siguiente, Ah Mao salió
a comprar verduras, y de paso se puso a presumir en voz alta:
—¡El segundo jefe Lu practicó con la
espada toda la noche! ¡Díganme si alguno de sus jóvenes maestros tiene ese
porte!
Los sirvientes de otras casas lo
miraban con admiración, rodeándolo para preguntarle cuándo podrían aprender,
aunque fuera una técnica básica.
Ah Mao hablaba sin parar, encantado.
En menos de medio día, la historia de “Lu Zhui practicando espada en plena
Nochevieja” ya se había esparcido por toda la capital imperial. Decían que la
nieve volaba, el viento rugía, y que el segundo jefe Lu, con una mano en el
pecho, escupió sangre. ¡Una escena impactante!
Esa misma noche, la residencia Wen
recibió montones de pollo, pato y pescado. Todas las señoritas habían pedido
que se enviara comida al segundo jefe Lu, para que se recuperara bien y no se
agotara practicando. Incluso hubo quien mandó sopa caliente en una olla de
barro.
Zhao Yue le dio una palmada en el
hombro:
—No te faltan admiradoras.
Lu Zhui pensó que, durante mucho
tiempo, iba a tener trauma con las palabras “sopa” y “tonificante”.
—¿De verdad no deberíamos frenar los
rumores? —preguntó Wen Liunian, esperando a Zhao Yue en el patio.
—¿Para qué? —respondió Zhao Yue.
—Tú mismo dijiste que el segundo
jefe Lu tiene muchos enemigos en el Jianghu —dijo Wen Liunian—. Si esto se
vuelve demasiado escandaloso y llega a oídos de alguno…
—Ya le pregunté a Lu Zhui. Dijo que
no hace falta —Zhao Yue le arregló la ropa— Tal vez ha estado esperando que ese
enemigo aparezca.
Wen Liunian miró hacia el interior
de la casa.
—Quienes recorren el Jianghu suelen
tener una historia que acompaña el vino —Zhao Yue le tomó la mano y salieron
juntos—. Si no quiere hablar, no sirve de nada preguntar.
—Está bien —asintió Wen Liunian. No
preguntaría más.
Pero la próxima vez que se prepare
sopa…
¡Él se va a quedar vigilando!
No puede volver a equivocarse…