TFGL 177

 

Capítulo 177: ¡Realmente hay lágrimas de sirena!  

 

¿Qué es lo que más deseas?

 

 

En la mañana del primer día del año Nuevo, Wen Liunian se puso ropa nueva. Emocionado, estaba por salir con los guardianes oscuros a soltar los gansos, pero la señora Wen lo detuvo a mitad de camino.

 

—¿Madre, necesita algo? —preguntó Wen Liunian, confuso. La siguió hasta la habitación.

 

—Ayer no tuve tiempo de darte esto. Hace unos días, tu hermano mayor salió a revisar las cuentas de una sucursal comercial. Al volver, trajo un regalo para Ah’Yue —dijo la señora Wen, sacando una pequeña cajita—. Dice que puede usarse como adorno para su espada.

 

—Yo también tengo algo para mi hermano —dijo Wen Liunian—. El Emperador Chu me otorgó un Pu’er añejo.

 

—Ábrelo —la señora Wen le entregó la cajita—. Es una rareza. Tal vez ni siquiera el palacio imperial tenga algo así.

 

Curioso, Wen Liunian levantó la tapa y vio una perla azul brillante. Bajo la luz del sol, resplandecía con destellos cambiantes; era verdaderamente deslumbrante.

 

—Dicen que protege la vida —comentó la señora Wen—. Ah’Yue pasa el día combatiendo. No tiene padre ni madre que le regalen un amuleto. Esto puede hacer las veces de uno.

 

—¿Qué es? —Wen Liunian la tomó con cuidado—. Nunca había visto algo así.

 

—Una lágrima de sirena —dijo la señora Wen.

 

—¡¿Cómo se llama?! —Wen Liunian alzó la cabeza de inmediato.

 

—Lágrima de sirena. El dueño del taller de brocados Jinnan la consiguió en una travesía por el mar. La compró a unos pescadores —explicó la señora Wen—. Luego tu hermano la adquirió.

 

—¿De verdad es una lágrima de sirena? ¿Una lágrima real? —Wen Liunian volvió a preguntar.

 

—¿Crees que hay sirenas en el mar? —la señora Wen frunció el ceño—. Son solo perlas raras con nombres bonitos. ¿Por qué, hay algún problema?

 

—Hace tiempo circula el rumor de que hay sirenas en el Mar del Este —dijo Wen Liunian—. He enviado gente a investigar tres o cinco veces, pero no hemos encontrado nada.

 

—¿Así que sí existen? —la señora Wen se sorprendió, pero luego negó con la cabeza—. Incluso si las hay, viven bien bajo el mar sin molestar a los pescadores. Lo mejor es dejarlos en paz.

 

—Este asunto no puede resolverse tan fácilmente —dijo Wen Liunian—. Madre, ¿puede decirme quién era el dueño del taller?

 

—El dueño Du Jinnan, de la ciudad de Huaizhou —respondió la señora Wen—. Cuando eras pequeño, vivía frente a nosotros. Luego se mudó.

 

—Ahora lo recuerdo —Wen Liunian se dio una palmada en la frente—. ¿Así que está en Huaizhou?

 

—Sí. El negocio no es nada pequeño —comentó la señora Wen—. Tiene dos rutas marítimas abiertas y varias sucursales en tierra firme.

 

—¿Se lleva bien con mi hermano? —preguntó Wen Liunian.

 

—Por supuesto —respondió ella—. Du Jinnan, al igual que tu hermano, es un joven honesto. No como tú.

 

Wen Liunian: “…”

—En realidad… soy bastante honesto también.

 

—El dueño Du se casa el próximo mes, seguramente estará abrumado con los preparativos. Si no es algo importante, mejor no molestarlo —le recordó la señora Wen.

 

—Entiendo —asintió Wen Liunian—. No se preocupe, madre. Sé cómo manejarlo.

 

—Bien —la señora Wen le acomodó el cuello de la túnica—. Anda, ve a pasear con los jóvenes héroes del Palacio Perseguidor de las Sombras.

 

—Con respecto a lo de la lágrima de sirena —dijo Wen Liunian—. Por favor no se lo comente a nadie. Y cuando regrese, recuerde decírselo a mi hermano y al dueño Du. Cuanto menos gente lo sepa, mejor.

 

—¿Es tan serio como para tanto misterio? —preguntó la señora Wen, algo preocupada.

 

—No es algo menor, pero tampoco hay que alarmarse demasiado —respondió Wen Liunian—. Yo mismo lo investigaré cuanto antes.

 

La señora Wen asintió, observando cómo salía de la habitación con un suspiro en el corazón.

«¿A quién se le ocurre regalar una perla que causa problemas?»

 

En la calle, una bandada de gansos marchaba con aire triunfal, graznando por todos lados. Wen Liunian caminaba detrás de los guardianes oscuros, todavía dándole vueltas al asunto de la lágrima de sirena.

 

—¿Quieres uno? —Zhou Mubai le ofreció un pastel dulce.

 

Wen Liunian lo tomó y le dio una mordida, distraído.

 

—¿En qué piensas? —Zhou Mubai agitó la mano frente a sus ojos.

 

—¿Du Jinnan, el dueño de Huaizhou? ¿Lo conoces bien? —preguntó Wen Liunian.

 

—¿Du Jinnan? —Zhou Mubai sonrió—. De niño, tratando de robarle unos dulces para ti, me confundió con un ladrón y soltó a los perros detrás de mí. Desde entonces no nos llevamos muy bien.

 

Wen Liunian: “…”

 

—Aunque mi hermano sí se lleva con él —agregó Zhou Mubai—. ¿Por qué preguntas de repente?

 

—Quiero hablar con él —respondió Wen Liunian—. Es sobre las sirenas.

 

—¿Sirenas? —Zhou Mubai negó con la cabeza—. ¿Otra vez esos rumores?

 

—¿Tú lo crees? —Wen Liunian lo miró—. ¿Crees que existen sirenas en este mundo?

 

—Yo no lo creo —dijo Zhou Mubai—. He navegado por años, y he visto varias veces eso que llaman sirenas, pero no eran más que peces grandes. Con la bruma del mar, no es raro confundirse.

 

—Yo tampoco lo creo —respondió Wen Liunian—. Pero parece que sí existen, y están relacionadas con los rebeldes.

 

—¿Hay alguna pista? —preguntó Zhou Mubai.

 

—En la Bahía de Beisha —dijo Wen Liunian—. Puede que haya sirenas allí.

 

—¿Quieres que vaya a investigar? —ofreció Zhou Mubai—. He oído hablar de Beisha; parece estar protegida por una formación.

 

—Por ahora no —dijo Wen Liunian—. Aún no hemos planeado nada con detalle. Actuar sin cuidado podría alertarlos.

 

—Está bien —respondió Zhou Mubai—. En el Mar del Este tengo algunos contactos. Si alguna vez lo necesitas, solo dilo.

 

Wen Liunian sonrió:

—Gracias.

 

Los guardianes oscuros conducían los gansos mientras escuchaban atentos, un poco inquietos.

«¿Cuándo regresará el gran jefe Zhao?»

 

«Tenemos que vigilar bien a Su Excelencia».

 

***

 

En la Isla Luoying, Wuying ofrecía una bandeja de dulces a Wufeng:

—¿Quieres uno?

 

—Si sigues comiendo, no hará falta que practiques qinggong —Wufeng le dio un golpecito en la cabeza.

 

—Oh… —Wuying respondió sin entusiasmo, estirando el cuello para mirar al frente—. ¿Cuánto tiempo llevan entrenando el joven maestro Zhao y el señor?

 

—Media hora —Wufeng le quitó la bandeja—. Ve desde atrás e intenta atacarlo por sorpresa.

 

—No quiero —Wuying negó—. Si llego a herir al joven maestro Zhao, no solo el señor, ¡Lord Wen también me arañará!

 

—Hoy en día, herir al joven maestro Zhao no es tan fácil —dijo Wufeng entregándole una espada—. Ve.

 

—¿Por qué no lo haces tú? —se quejó Wuying.

 

—Te pago con una jarra de licor de arroz con flor de cerezo.

 

—¡Trato hecho!

 

Zhao Yue esquivó un golpe de Yun Duanhun. Iba a desenvainar de nuevo cuando sintió un viento detrás. Sin pensarlo, se movió instintivamente hacia un lado. Wuying no esperaba que fuera tan rápido, y al intentar frenar, casi se estrelló contra un árbol. Si no fuera por Yun Duanhun, que lo atrapó a tiempo.

 

Wufeng se tocó la nariz, claramente aguantando la risa.

 

Wuying, completamente desmoralizado, se quedó agachado junto al árbol sin levantarse.

 

—Por suerte Ah’Yue retiró la espada a tiempo —Yun Duanhun le revolvió el cabello—. Ese carácter tan impulsivo… si no lo cambias, tarde o temprano te meterás en problemas.

 

—Te lo dije, las habilidades del joven maestro Zhao ya no son lo que eran —dijo Wufeng mientras ayudaba a Wuying a levantarse—. Además, últimamente estás algo más... rellenito.

 

Yun Duanhun sonrió, negando con la cabeza:

—Está bien, a descansar todos por ahora.

 

—¡Yo también quiero entrenar las técnicas del joven maestro Zhao! —refunfuñó Wuying.

 

—Tienes los huesos demasiado flexibles para ese estilo. Incluso si entrenaras, solo alcanzarías un nivel medio —respondió Yun Duanhun—. Pero tener un cuerpo blando también tiene sus ventajas; en qinggong puedes progresar el doble de rápido. En eso, Ah’Yue no te supera.

 

—¿Oíste eso? —Wufeng le pasó el brazo por los hombros mientras se lo llevaba—. Esta noche comerás melón amargo. Te limpiará el estómago y te hará más liviano.

 

Wuying, con lágrimas en los ojos, murmuró:

—¿Puedo no comerlo?

 

Mientras los dos se alejaban peleando juguetonamente, Yun Duanhun sonrió y le sirvió una taza de té a Zhao Yue:

—En uno o dos meses más, estarás listo. Incluso antes de lo que habíamos previsto, por casi medio año.

 

—El estilo de espada que creó es muy fluido; resulta fácil de aprender —dijo Zhao Yue—. Y al examinarlo más a fondo, uno encuentra muchos detalles sutiles.

 

—Tu percepción es aguda, y tu carácter no es impaciente —respondió Yun Duanhun—. Aunque piensas constantemente en regresar, no dejas que eso te altere. Sigues entrenando con calma y disciplina. No es algo fácil.

 

—Shifu exagera —dijo Zhao Yue, dejando la espada Jiyue a un lado. Su rostro mostraba cierta vacilación.

 

—¿Pasa algo? —preguntó Yun Duanhun.

 

—Hace unos días, fui al pabellón de libros. Allí vi el retrato de mi madre —dijo Zhao Yue con cuidado.

 

Las cejas de Yun Duanhun se fruncieron ligeramente.

 

—La firma y el sello del retrato pertenecían al antiguo emperador de la familia Chu —añadió Zhao Yue, eligiendo cada palabra con cuidado.

 

Un emperador que pinta a una cortesana… eso, en cualquier circunstancia, es algo impensable. Más aún si estampa su sello privado… salvo que hubiera una relación profundamente íntima.

 

Yun Duanhun permanecía en silencio.

 

—¿Es él mi padre? —Zhao Yue vaciló un instante, pero finalmente hizo la pregunta.

 

—¿Y si lo es? ¿Y si no lo es? —suspiró Yun Duanhun—. Si tu madre lo supiera desde el más allá, probablemente no querría que lo supieras.

 

Llegado a ese punto, Zhao Yue ya podía imaginarlo. Sonrió con ironía:

—La verdad es que nunca lo pensé del todo. Mejor dicho, quizás lo intuí vagamente… pero nunca quise confirmarlo.

 

—Tu padre adoptivo era escolta personal del emperador anterior. Iban juntos a menudo al Jardín de las Cien Flores, y poco a poco empezó a sentir afecto por tu madre —explicó Yun Duanhun—. Pero luego, el emperador escuchó rumores maliciosos y ordenó a tu padre adoptivo que asesinara a Baihe. Así comenzó aquella huida desesperada.

 

Zhao Yue sentía un torbellino de emociones. No sabía cómo reaccionar.

 

—Una vez que alguien se sienta en el trono, su corazón cambia —dijo Yun Duanhun, dándole una palmada en el hombro—. Así fue el emperador anterior. Así es el actual también.

 

—Nunca he pensado en usar esa identidad para nada —dijo Zhao Yue—. Tampoco he querido que otros lo sepan.

 

—Entonces es lo mejor —respondió Yun Duanhun—. Xiao Liuzhi es más perspicaz; vino a preguntarme hace tiempo.

 

Zhao Yue sacudió la cabeza, sonriendo:

—No puedo compararme con él.

 

—Mírate tú y al médico divino Ye, luego al Emperador Chu actual… uno realmente se pregunta qué tiene de bueno ser emperador —Yun Duanhun sirvió otra taza de té—. Nada como la libertad en el mundo del Jianghu.

 

—Cada uno desea cosas diferentes —dijo Zhao Yue.

 

—¿Y tú? ¿Qué deseas más que nada? —preguntó Yun Duanhun.

 

—¿Yo? —Zhao Yue sonrió—. Lo que más quiero… es volver a casa cuanto antes.

 

Las olas golpeaban suavemente, lavando la arena hasta dejarla blanca como el jade.

 

En la lejana orilla opuesta, Wen Liunian conducía una gran bandada de gansos. Paseaba sin prisa, a la deriva entre sus pensamientos.

 

El lobo de armadura roja se acurruca en su hombro, medio dormido tomando el sol.

 

El clima está tan cálido...