RT 73

 

Capítulo 73: Confesión

El joven maestro Xiao, propenso a chismes.

 

 

Lu Zhui apretó la manga de Xiao Lan con fuerza, sus nudillos se volvieron de un blanco pálido.

 

Sentía algo de arrepentimiento, también de inquietud. Su corazón pendía en lo alto, dividido en mil pedazos, sin saber si al caer lo recibirían flores o cuchillas.

 

Xiao Lan le dio unas palmaditas para consolarlo y dijo en voz baja:

—El señor Lu quiere hablar conmigo.

 

Era una frase innecesaria. Lu Zhui sabía perfectamente que era Lu Wuming quien lo llamaba, y por eso mismo no quería soltarlo.

 

Lu Wuming tosió de nuevo.

 

Xiao Lan le acomodó la mano bajo el edredón y sonrió con suavidad.

—Descansa bien.

 

Lu Zhui frunció el ceño, su mirada se deslizó más allá de Xiao Lan, profunda y sombría, hacia la puerta.

 

Lu Wuming: “…”

 

Xiao Lan salió de la habitación, cerró la puerta y se volvió.

—Señor.

 

Lu Wuming lo miró fijamente, con el rostro tan oscuro como un cielo a punto de llover.

 

Xiao Lan sostuvo la mirada con serenidad.

 

Yue Dadao estaba cerca, incómoda, sin saber si debía intervenir para aliviar la tensión. Pero antes de que reuniera valor, Lu Wuming ya había comenzado a bajar las escaleras, seguido por Xiao Lan.

 

En la calle, el viento había vuelto sin que nadie lo notara. No era tan cortante como en las llanuras nevadas del noreste, pero traía consigo lluvia y nieve. Cuando ambos salieron de la ciudad a caballo y llegaron al bosque, sus hombros ya estaban empapados.

 

Xiao Lan no sabía qué preguntas le haría Lu Wuming.

 

Pero fuera cual fuera, su respuesta sería una sola.

 

En la posada, Tao Yu’er subió con un cuenco de medicina.

—¿Dónde están Lan’er y el maestro Lu? —preguntó.

 

—Salieron —respondió Yue Dadao. Miró el cuenco en sus manos y añadió—. El joven maestro Lu aún duerme. ¿Debemos despertarlo para que tome la medicina?

 

Tao Yu’er negó con la cabeza.

—Es para Lin Wei. Llévasela tú.

 

—Mn —respondió Yue Dadao, tomando el cuenco. Caminó unos pasos y se detuvo, con expresión de disculpa— Señora… lo siento.

 

—¿Eh? —dijo Tao Yu’er.

 

—Le mentí. No le conté de dónde vengo —admitió Yue Dadao, con culpa.

 

—En el mundo del Jianghu, no se puede ir por ahí abriendo el corazón —respondió Tao Yu’er—. No has hecho nada malo.

 

Yue Dadao preguntó con timidez:

—¿Entonces… está enojada conmigo?

 

—Si no has hecho nada malo, ¿por qué habría de enojarme? —dijo Tao Yu’er con una sonrisa—. Anda, ve a llevar la medicina.

 

Yue Dadao respondió con un “sí” y por fin sintió algo de alivio en el corazón.

 

En el bosque fuera de la ciudad, Xiao Lan esquivó una ráfaga de viento, retrocedió unos pasos y se apoyó contra un árbol.

—Señor Lu.

 

Lu Wuming, empuñando una rama seca como espada, avanzó entre la lluvia y la nieve sin intención alguna de contenerse.

 

Xiao Lan levantó el brazo para bloquear el golpe, pero medio cuerpo se le entumeció por el impacto.

 

—¡Saca tu arma! —ordenó Lu Wuming con voz grave.

 

—Usted no ha sacado la suya —respondió Xiao Lan, negando con la cabeza.

 

—¡No digas tonterías! —Lu Wuming le lanzó una palma que lo hizo tambalearse, hasta los dientes le vibraron—. Si hoy no puedes vencerme, te mato, mocoso.

 

—¿Y si lo venzo? —preguntó Xiao Lan, aprovechando el momento.

 

Lu Wuming casi se desmaya de la rabia.

«¿Tú? ¿vencerme?»

 

La punta del látigo Wujin se enroscó en una rama gruesa. Xiao Lan se movía como un halcón. En otro momento, Lu Wuming quizás habría elogiado su talento juvenil, pero ahora sólo quería romperle las piernas.

 

La rama seca, reforzada con energía interna, parecía acero templado. Aunque el látigo con púas la mordía capa tras capa, no se rompía ni se doblaba. Al contrario, liberaba una fuerza tremenda. La energía de la espada levantaba un viento gélido que hacía crujir el bosque.

 

Xiao Lan estaba sorprendido. Había visto a Lu Zhui usar la técnica de la familia Lu, pero no sabía que, una vez dominada, podía alcanzar tal poder.

 

Tras cientos de movimientos, Lu Wuming giró la muñeca y lanzó la rama hacia el pecho de Xiao Lan. Pero era una finta. Aprovechando que Xiao Lan esquivaba, le lanzó una palma directa tres pulgadas debajo del abdomen.

 

Xiao Lan apenas logró esquivarla. No había previsto un ataque tan bajo.

 

Lu Wuming bajó la guardia y aterrizó con elegancia, mirándolo con aire altivo.

 

—Gracias por ceder, señor —dijo Xiao Lan.

 

Lu Wuming lo examinó de arriba abajo siete u ocho veces, y cuanto más lo miraba, más convencido estaba de que, aparte de ser alto, no tenía ningún otro mérito. Pero en este mundo hay miles de personas altas, y eso no es gran cosa. No es que fuera un albañil.

 

La voz de Lu Wuming rebosaba de ira y amenaza.

—¿Desde cuándo empezó esto?

 

—Desde que Mingyu regresó a la tumba Mingyue —respondió Xiao Lan.

 

Lu Wuming casi se desmayó del disgusto. «¿A los diecinueve?»

 

—Lo cuidaré bien… —añadió Xiao Lan.

 

—¡CÁLLATE! —gruñó Lu Wuming, con el rostro ardiendo como el hierro fundido.

 

—Si usted no confía en mí, habrá muchas oportunidades para que lo demuestre. Pero por ahora, al menos deberíamos unir fuerzas para resolver los problemas en la ciudad —dijo Xiao Lan.

 

—¿Estás dispuesto a destruir la tumba Mingyue? —preguntó Lu Wuming.

 

Xiao Lan negó con la cabeza.

—Nunca quise asumir el liderazgo. Además, ese lugar es donde descansan los ancestros de la familia Lu. Lo justo es que usted decida qué hacer con él.

 

Eso sí sonaba razonable, pero Lu Wuming seguía sin estar convencido.

 

Y no era para menos. En ese momento, a ojos del gran maestro Lu, Xiao Lan parecía un vendedor de esclavos de pies a cabeza.

 

—¿Volvemos? —propuso Xiao Lan.

 

Lu Wuming aún sentía el pecho oprimido. Nunca se había arrepentido tanto como ahora. Se lamentaba de no haber llevado a su hijo consigo al extranjero, de haberlo dejado ir solo a la tumba Mingyue.

 

Después de tantos años, ya no podía imaginar hasta qué punto había llegado la relación entre esos dos.

 

—¿Está bien, señor? —preguntó Xiao Lan, preocupado.

 

Lu Wuming le dio un fuerte golpe en la cabeza.

«¡Está bien tu abuela!»

 

Xiao Lan aspiró hondo, viendo estrellas.

 

Lu Wuming lo agarró del cuello, esta vez sin fuerza, y lo llevó hacia una sombra oculta, susurrando:

—No hagas ruido.

 

Xiao Lan frunció el ceño.

 

A lo lejos se oía un “huff huff”, como si una bestia se acercara.

 

Pero en esta estación tan fría… Xiao Lan y Lu Wuming se miraron, y ambos pensaron en la misma posibilidad.

 

Y efectivamente, al cabo de unos segundos, una sombra negra irrumpió en el bosque. Esta vez caminaba erguida, no a cuatro patas, pero era evidente que se trataba de la misma Bestia Devoradora de Oro. En sus manos brillaban garras afiladas, curvadas y relucientes. De un solo zarpazo, podía arrancar un corazón.

 

«¿Qué hace aquí?» pensó Xiao Lan, desconcertado. Volvió a mirar entre las ramas secas, justo cuando la sombra negra se sentaba junto a un árbol, alzando ligeramente la cabeza. Su nuez, sin cubrir por el pelaje, mostraba piel humana. Más abajo, había una marca rojo oscuro, como una mancha de nacimiento.

 

De pronto, Xiao Lan recordó a alguien. Lo había visto en la ciudad días atrás.

 

Lu Wuming también pudo confirmar en ese momento que no se trataba de una bestia legendaria, sino de un ser humano real.

 

Liu Cheng descansó un rato bajo el árbol, luego se levantó y, como en días anteriores, corrió a cuatro patas hacia lo profundo del bosque seco.

 

Xiao Lan y Lu Wuming lo siguieron sin dudar.

 

El cielo comenzaba a oscurecer. Liu Cheng se detuvo finalmente en un campo de tumbas abandonadas.

 

Lu Wuming detuvo a Xiao Lan, indicándole que no se acercara más. El hedor alrededor del pozo de cadáveres era insoportable, pero Liu Cheng parecía no notarlo. Con unas pocas excavaciones, sacó un cuerpo de la tierra y, bajo la luz del atardecer, alzó sus manos y las hundió con fuerza en el corazón ya inerte.

 

Incluso Lu Wuming, acostumbrado a la sangre y la matanza, sintió náuseas. Aquello no era una Bestia Devoradora de Oro, sino un demonio del inframundo en su forma más vil.

 

Después de desenterrar más de una decena de cadáveres, Liu Cheng soltó una risa ronca, como si estuviera muy satisfecho con su “cosecha”.

 

Los dos permanecieron ocultos hasta que cayó la noche, y luego lo siguieron de vuelta a Huishuang. Como era de esperarse, Liu Cheng volvió a esconderse en el mismo pozo seco.

 

Cao Xu estaba cerca. Al ver a Lu Wuming, se acercó con vergüenza.

—Mi señor, perdón. Ese monstruo se mueve demasiado rápido. No pude seguirle el paso. Justo iba a regresar a la posada para informar.

 

—No importa —dijo Lu Wuming, dándole una palmada en el hombro—. Has hecho lo que has podido.

 

—¿Dónde estuvo hoy? —preguntó Cao Xu.

 

—En el campo de tumbas —respondió Lu Wuming—. Desenterró más de diez corazones humanos. No los comió. Parecía más bien que lo hacía por desahogo.

 

—¿Qué clase de criatura es esa? —murmuró Cao Xu.

 

Xiao Lan intervino:

—Creo que lo conozco.

 

Ambos se sorprendieron. Lu Wuming lo miró con desdén.

—¿Tú conoces a esa cosa?

 

Xiao Lan asintió.

 

—No lo vi bien al principio, pero esta tarde, cuando levantó la cabeza en el bosque seco, vi una marca de nacimiento. Me recordó a un gamberro que llegó a Huishuang hace unos días. Se llama Liu Cheng.

 

—¿Liu Cheng? —repitió Cao Xu—. Si es él, también lo he oído nombrar. Un inútil sin oficio ni beneficio, con la mala suerte pegada al cuerpo. Pero ¿cómo puede un hombre común desarrollar pelaje de bestia en tan pocos días?

 

—No sólo ha cambiado su aspecto —dijo Xiao Lan—. Su habilidad también. Es al menos decenas de veces más fuerte que antes.

 

—¡Vaya! —exclamó Cao Xu—. ¿Será que algún demonio lo ha bendecido?

 

Xiao Lan reflexionó un momento y dijo:

 

—A partir de ahora, me quedaré vigilando aquí.

 

Lu Wuming lo miró.

 

Xiao Lan explicó:

—Mi qinggong me permite seguirlo sin problema. Si sólo va al campo de tumbas, no hay tanto peligro. Pero si empieza a salir por las noches a hacer daño a los ciudadanos, la autoridad no podrá detenerlo. Al menos alguien debe interponerse.

 

—Está bien —asintió Lu Wuming—. Pero esta noche tienes que volver conmigo a la posada. Si salimos dos y volvemos uno, cualquiera pensaría que maté a este mocoso.

 

Xiao Lan se tocó la nariz, algo incómodo.

—De acuerdo.

 

Cao Xu miró a los dos y se tragó sus dudas con calma.

 

Aunque el ambiente parecía algo extraño, no era asunto suyo, así que no tenía por qué preguntar más.

 

***

 

En la posada, Lu Zhui estaba sentado en la cama, comiendo su papilla con la mente en otra parte.

 

Yue Dadao acercó una silla y preguntó:

—¿Quiere que lo alimente, joven maestro Lu?

 

Lu Zhui volvió en sí.

—Soy un hombre hecho y derecho, no tengo ni los brazos ni las piernas rotas. ¿Para qué me vas a alimentar tú, niña?

 

—Si no come pronto, se va a enfriar —dijo Yue Dadao, removiendo la papilla—. Shifu Lu y el joven maestro Xiao salieron a hacer un encargo. Volverán pronto.

 

Hablaba con sinceridad, pero Lu Zhui no pudo evitar reírse. ¿De verdad lo estaba tratando como una señorita delicada de familia noble?

 

Yue Dadao volvió a calentar la papilla y lo observó mientras comía. Entonces recordó algo:

—Por cierto, joven maestro Lu, cuando nos atacaron, ¿por qué Ah Liu gritó “¡padre!” a todo pulmón?

 

Lu Zhui tosió dos veces.

—En la montaña Cangmang, hicimos una apuesta. Él perdió. Y habíamos acordado que quien perdiera, llamaría al otro “padre”.

 

Yue Dadao: “…”

 

—Mn —confirmó Lu Zhui.

 

Yue Dadao abrió la boca, confundida.

 

Antes pensaba que ese “padre” que gritó Ah Liu era una súplica a los ancestros de la familia Yu para que los protegieran. Jamás imaginó que el joven maestro Lu… fuera el padre.

 

Lu Zhui se preocupó:

—¿Estás bien?

 

Yue Dadao hizo cuentas. Si Lu Zhui era el “padre” de Ah Liu, entonces ella y Ah Liu estaban en generaciones distintas. Pero ella siempre había soñado con casarse con un joven apuesto y valiente… y ahora, resulta que ese joven sería… su sobrino.

 

Sintió que le había caído un rayo encima.

 

—Sólo estábamos jugando, no lo tomes en serio —dijo Lu Zhui para consolarla.

 

Yue Dadao frunció los labios.

 

Lu Zhui no pudo evitar reírse, aunque también sintió un poco de envidia. En la mejor etapa de la vida, sin preocupaciones, uno podía casarse con quien le gustara, y el mayor problema era algo tan absurdo como una diferencia de generaciones. Bajó la cabeza y tomó otra cucharada de papilla caliente.

 

Qué bien se sentía.

 

Se escucharon pasos fuera de la habitación.

 

Yue Dadao corrió a abrir la puerta. Efectivamente, eran Lu Wuming y Xiao Lan. Respiró aliviada. Por suerte, todos regresaban enteros.

 

—Padre —saludó Lu Zhui.

 

Lu Wuming, con el rostro sombrío, se sentó junto a la cama y le tomó el pulso.

 

—Ya tomé la medicina —dijo Lu Zhui por iniciativa propia.

 

Lu Wuming asintió y se volvió hacia Xiao Lan.

—Tú, vuelve a vigilar ese pozo seco. Ya volviste, ahora puedes irte.

 

—Sí —respondió Xiao Lan.

 

—¿Qué pozo seco? —protestó Lu Zhui—. Apenas acaba de regresar.

 

Lu Wuming inhaló profundamente, recordándose a sí mismo que no debía perder la paciencia.

 

Lu Zhui sacó un pañuelo de al lado.

 

Lu Wuming se quedó pasmado. «¿Acaso va a echarse a llorar?»

 

Lu Zhui simplemente se limpió la boca. Acababa de terminar la papilla, y estaba algo pegajosa.

 

Lu Wuming: “…”

 

El ambiente en la habitación se volvió extrañamente silencioso.

 

Tao Yu’er apareció en la puerta.

—¿Qué están haciendo aquí?

 

—Madre —dijo Xiao Lan, girándose.

 

—Señora —saludó Lu Zhui.

 

—¿A dónde fueron? —preguntó Tao Yu’er.

 

—Fui con el maestro Lu a investigar el caso de la Bestia Devoradora de Oro —explicó Xiao Lan—. Si no me equivoco, se trata de Liu Cheng, un pequeño delincuente que llegó a Huishuang hace unos días. Lo extraño es que, en cuestión de días, se ha transformado en una criatura salvaje.

 

—¿Bestia Devoradora de Oro? —preguntó Lu Zhui, confundido.

 

—Olvidé que no te lo había contado —dijo Tao Yu’er, sentándose al borde de la cama. Repitió a Lu Zhui lo que Xiao Lan le había explicado.

 

—¿Bestia Devoradora de Oro? —Lu Zhui pensó un momento—. Creo que también he oído esa historia.

 

—No es una bestia real —dijo Xiao Lan, tomando la capa que estaba a un lado y envolviéndolo para que no se enfriara al incorporarse.

 

Lu Wuming: “…”

 

Tao Yu’er: “…”

 

—Sé que no es una bestia real —continuó Lu Zhui—. Pero he oído hablar de un método para convertir a una persona en una bestia.

 

—¿Cuál? —preguntaron todos al unísono.

 

—Mi hermano mayor Zhao me lo contó una vez. Es extremadamente cruel —explicó Lu Zhui—. Algunos pequeños reinos que practican brujería capturan personas vivas, les obligan a tomar una droga que hace hervir su sangre, luego les hacen cortes por todo el cuerpo y les envuelven con piel de animal mientras aún están calientes. Después de varios días de este proceso, obtienen una criatura mitad humana, mitad bestia, que usan para sacrificios o para exhibiciones en otros países, ganando dinero.

 

Yue Dadao se estremeció al escucharlo.

 

—Sólo es un rumor, no sé si es cierto —añadió Lu Zhui—. Pero si alguien mejora sus habilidades en pocos días, suena más a una secta maligna.

 

—Alguien está manipulando a Liu Cheng —dijo Xiao Lan—. Empezó desenterrando corazones, y quién sabe qué hará después.

 

Lu Zhui frunció el ceño, pensativo.

 

—¿Qué pasa? —preguntó Xiao Lan.

 

—Tengo la sensación de que ya he visto esa sombra negra en la tumba Mingyue —dijo Lu Zhui, confundido—. Pero no logro recordarlo.

 

—¿También la viste? —preguntó Lu Wuming.

 

Lu Zhui asintió primero, luego negó con la cabeza.

—Lo olvidé.

 

—Si no puedes recordarlo, no te esfuerces —dijo Xiao Lan—. Cuando lo recuerdes, será el momento de hablarlo.

 

—Está bien —respondió Lu Zhui.

 

La habitación volvió a quedar en silencio.

 

Después de un rato, Yue Dadao habló:

—Shifu…

 

—¿Eh? —respondió Lu Wuming.

 

—Debería ir a ver a Ah Liu. También está herido —dijo Yue Dadao con tono mimado.

 

Lu Wuming miró a Xiao Lan.

 

—No hace falta que vaya el joven maestro Xiao —se apresuró a decir Yue Dadao—. Ah Liu sólo quiere ver a shifu.

 

Lu Wuming: “…”

 

Yue Dadao lo arrastró fuera de la habitación. Al salir, se volvió y preguntó:

—Señora… ¿la medicina de Lin Wei ya está lista? Tal vez podría ir a verla.

 

Tao Yu’er sonrió levemente.

—Ya la ha tomado.

 

—Oh —respondió Yue Dadao con desánimo.

 

Tao Yu’er se levantó y le dijo a Xiao Lan:

—Cuando veas que Mingyu ha terminado la papilla, ven a mi habitación.

 

—Sí —respondió Xiao Lan.

 

Tao Yu’er le dio unas palmaditas en la mano a Lu Zhui y salió de la habitación.

 

Una vez que la puerta se cerró, los dos enamorados por fin respiraron aliviados. Se miraron sin decir nada, pero pronto estallaron en risas.

 

Xiao Lan tomó el rostro de Lu Zhui entre sus manos, se inclinó y lo besó sin reservas. No se detuvo hasta que los labios pálidos de Lu Zhui se tiñeron de rojo. Luego lo soltó con cierta nostalgia.

 

—¿Cómo te sientes?

 

—Estoy bien —respondió Lu Zhui, tomando su mano—. ¿Qué fue lo que mi padre te llevó a hacer?

 

—Un combate —dijo Xiao Lan.

 

—¿Ganaste? —preguntó Lu Zhui.

 

Xiao Lan negó con la cabeza.

—El señor Lu tiene una habilidad extraordinaria. Perdí.

 

—Pocos en este mundo pueden vencerlo —lo consoló Lu Zhui—. No pasa nada.

 

—Dijo que, cuando resolvamos lo de la ciudad, ajustará cuentas conmigo —comentó Xiao Lan.

 

Lu Zhui sonrió y se acercó para abrazarlo por el cuello.

—No te preocupes. Yo te protegeré.

 

—En realidad, es mejor así —dijo Xiao Lan—. Tienes veneno y lesiones en el cuerpo, y ambas están ligadas al afecto. Ahora que todo está claro, podemos buscar una solución juntos. Ocultarlo no era sostenible.

 

—Mn —asintió Lu Zhui.

 

—En unos días, el maestro Lu te llevará personalmente a la ciudad de Qianye —dijo Xiao Lan, dándole unas palmaditas en la espalda—. En la Mansión del Sol y la Luna, sólo preocúpate por recuperarte. Yo iré a reunirme contigo lo antes posible.

 

Lu Zhui lo abrazó con más fuerza.

 

—¿En qué piensas? —preguntó Xiao Lan al ver que no hablaba.

 

—En la Bestia Devoradora de Oro —respondió Lu Zhui.

 

—No pienses en eso —dijo Xiao Lan.

 

—Estoy seguro de que la he visto antes —Lu Zhui lo soltó y se sentó.

 

—Si la viste, entonces fue así. Si yo la encontré, tú también podrías haberla encontrado —dijo Xiao Lan—. Mi madre dice que cuando eras niño, eras aún más travieso que yo. Seguro te metiste en alguna tumba y la viste allí.

 

—Pero si de verdad lo vi, ¿cómo es posible que no lo recuerde con claridad? Una criatura tan extraña… ¿por qué sólo tengo una imagen borrosa? —Lu Zhui no lograba entenderlo.

 

—¿Y entonces? —preguntó Xiao Lan.

 

Lu Zhui enterró el rostro en su pecho, concentrándose. Trató de recordar algo sobre la Bestia Devoradora de Oro, pero no apareció nada. En cambio, su cabeza comenzó a doler cada vez más.

 

—¡No pienses más! —exclamó Xiao Lan al ver su expresión de dolor. Lo tomó por los hombros y lo sacudió—. ¡Mingyu, despierta!

 

Lu Zhui abrió los ojos con esfuerzo. Su mente estaba momentáneamente nublada.

 

—¿Qué pasa? —preguntó Xiao Lan, preocupado.

 

—Sí lo vi —dijo Lu Zhui, con la palma empapada en sudor frío, como si acabara de salir de un naufragio—. Lo recuerdo. Incluso habló conmigo.