Extra
2
El
viento frío de la noche del norte raspaba la piel desnuda, penetrando en las
grietas de los huesos, provocando un dolor punzante, como si lo mordieran desde
dentro.
Lu
Shangjin solo llevaba una camisa fina y vagaba por la esquina del Edificio de
la Alianza durante mucho tiempo. Con las manos en los bolsillos del pantalón,
apretaba con fuerza el viejo anillo de bodas. Ese día, a pesar de la oposición
del equipo de ingeniería, hurgó entre los escombros todo el día y sacó el
anillo de entre los restos de acero roto. Luego, se agachó junto a la playa y
lo limpió con esmero, colocándolo solemnemente en su bolsillo, cerca del
corazón.
Tan
pronto como recuperó su grado A3, solo tenía un pensamiento en mente: volver de
inmediato al lado de Yan Yi. Aunque lo golpearan y patearan, solo quería
abrazarlo sin soltarlo, besarlo y amarlo sin vergüenza.
Las
manchas de sangre mezcladas con el sudor frío de los nervios empapaban la tela
de su espalda. Realmente parecía estar en un estado lamentable. Debería
regresar y limpiarse primero, al menos para cubrir las heridas que tenía por
todo el cuerpo, pero lo único que deseaba era ver a Yan Yi.
Entonces
robó un uniforme de seguridad y una tarjeta de identificación, con la esperanza
de echar un vistazo furtivo a cómo estaba Yan Yi ahora.
No
había nadie en el salón del omega y el único cajón abierto estaba lleno de dos
filas de frascos de medicina.
Se
escucharon pasos en el salón. Lu Shangjin tenía la intención de tomar uno de
los frascos y preguntarle directamente a Yan Yi, pero entonces vio a un alfa
halcón merlín de pie detrás de él y escuchó a Yan Yi llamarlo Mu Lan.
La
mirada de ese alfa hacia Yan Yi era atenta y considerada, pero Lu Shangjin no
lo notó. Solo miraba el abrigo que Yan Yi llevaba puesto.
En
esta estación, el frío nocturno era verdaderamente intenso. Buscó por todo su
cuerpo, pero no encontró nada cálido con lo que envolver al omega.
Desde
lejos, fijó la mirada en los ojos de Yan Yi. Mientras hubiera un mínimo de
vacilación en ellos, podría correr hacia él, abrazarlo y usar sus feromonas
opresivas de grado A3 para expulsar a todos los alfas a su alrededor con plena
justificación.
Lu
Shangjin lo esperaba con ansias, pero Yan Yi se mostró indiferente todo el
tiempo: no lo complacía, pero tampoco lo rechazaba. Hablaba con el alfa en su
tono habitual, plano y tomaba un puñado de pastillas que él no reconocía.
En
ese momento, su mente quedó completamente en blanco. Solo podía mirar a Yan Yi
desde lejos, sin comprender. Pensó, inexplicablemente, que quizás Yan Yi haría
que Lu Yan llamara “padre” a ese alfa.
Lu
Shangjin lo vio recostar la cabeza sobre el regazo del alfa desde la esquina.
Su cuerpo, que acababa de calentarse con el calefactor, volvió a temblar. Su
puño, que había estado apretado con fuerza, se aflojó sin darse cuenta y dejó
caer el anillo de bodas que llevaba en el bolsillo.
Permaneció
de pie en la oscuridad hasta que Yan Yi despertó y se marchó. Entonces corrió
al cajón lleno de medicinas, lo revolvió con ansiedad y buscó uno por uno los
nombres de los fármacos que nunca había visto antes. Todos los que logró
identificar tenían el mismo efecto: antidepresivos.
Su
corazón entero se sintió, de pronto, como si le hubieran colocado un bloque de
plomo encima.
Fue
a revisar el trabajo diario de Yan Yi y, a partir de pistas sutiles, descubrió
que él lideraría un equipo para eliminar organizaciones terroristas.
La
ira y el resentimiento de Lu Shangjin se volcaron por completo sobre el líder
del Halcón de Cola Roja A3. Fue solo a provocarlo, y sus puños rompieron siete
de sus costillas. Escuchando los chillidos del alfa, el dolor apretado en su
pecho no se aliviaba en absoluto.
Más
tarde, no pudo evitar bloquear a Mu Lan en la entrada, aunque no se atrevió a
tocarlo. Después de todo, quizás Mu Lan era la persona que Yan Yi permitía
tácitamente tener a su lado.
Desde
ese día, Lu Shangjin perdió el valor para enfrentar a Yan Yi y solo se atrevía
a acercarse a sus vidas desde la oscuridad.
Cuando
Yan Yi no estaba, se sentaba en una rama del jardín y miraba por los ventanales
a Lu Yan, que jugaba con legos mientras usaba pañales. A veces se perdía
en sus pensamientos al observarlo, y no podía evitar querer tocarle las
orejitas y levantar en el aire a su obediente conejito.
Cuando
Lu Yan lo notaba, gateaba hasta el vidrio y apoyaba una manita, abriendo la
boca con cuidado para morder el cristal hasta formar un parche de saliva. Desde
que el niño vivía en casa, los ventanales se mantenían cerrados por seguridad,
para evitar que intentara trepar.
Lu
Shangjin trepaba por el balcón y se sentaba en el suelo. Sus dedos ásperos se
alineaban con los deditos blancos y tiernos del conejito a través del vidrio,
mientras le enseñaba a decir “padre”.
—Soy
tu único papá alfa, ¿lo recuerdas bien? No vayas a llamar a otro por error.
El
conejito parpadeaba con sus grandes ojos, lo miraba confundido y luego abría la
boca con curiosidad, mostrando una hilera de dientecitos, riendo.
—¿De
qué te ríes? Di padre.
El
conejito se moría de risa con ese tipo detrás del vidrio y mordía el cristal
con más entusiasmo. Su carita suave, como un bollo de arroz, se aplastaba
contra la ventana.
—Padre.
Apenas
había aprendido a hablar, balbuceando y murmurando la palabra “padre”,
repitiéndola sin cesar, vaya uno a saber qué quería decirle a su padre.
Lu
Shangjin reflexionó largo rato antes de besar al conejito en la frente a través
del vidrio y susurrarle:
—Padre
también te ama…
***
Lu
Shangjin se dio vuelta y golpeó la cabeza contra la esquina de la cama. Se
sostuvo la cabeza mientras se sentaba y fue a abrazar al omega que tenía al
lado, por reflejo. Solo entonces despertó del sueño, recordando que lo habían
echado la noche anterior y había dormido en el suelo.
En
la neblina del sueño, la escena del día anterior volvió con claridad. Yan Yi lo
había fulminado con la mirada al arrancarle la máscara, apretando los dientes
mientras lo interrogaba: «¿Todavía sabes cómo volver?»
Yan
Yi estaba acurrucado de lado en la cama; su mano aún enganchada en los barrotes
de la cuna de Lu Yan mientras dormía. La noche anterior había tenido un fuerte
episodio, ayudado por el alcohol y le costó mucho conciliar el sueño.
Lu
Yan se despertó, con las pestañas aún enredadas por el sueño. Al ver la mano de
su papá extendida por la cuna, frunció la colita y gateó hasta ella para
morderla, mostrando dos dientecitos como bolitas de arroz pegajoso.
Lu
Shangjin no lo detuvo; en cambio, frunció el ceño con preocupación. Un niño de
dos años ya debería haber superado la etapa oral en la que todo se lleva a la
boca para explorar, pero Lu Yan aún no la había dejado atrás.
Se
inclinó para levantar al conejito y lo sostuvo sobre su antebrazo. Lu Yan lo
abrazó suavemente por el cuello. El conejito pegajoso parecía algo inquieto y
le gustaba que lo cargaran, tocando constantemente las glándulas en la nuca de
Lu Shangjin, queriendo arrancarlas para llevárselas a la boca.
Entonces
Lu Shangjin lo entendió. Llevó a Lu Yan al balcón y cerró la puerta con
cuidado, liberando lentamente feromonas calmantes para él.
Las
orejitas del conejito se erizaron. Lu Yan se acurrucó en silencio en los brazos
de Lu Shangjin, sus uñas suaves y delgadas se aferraban al cuello del alfa y ya
no metía las manitas en la boca para calmar su inquietud.
Lu
Shangjin sabía que Yan Yi hacía todo lo posible por amar al bebé, pero no podía
compensar el amor y la protección que solo la mitad alfa podía ofrecer. Además,
el estado mental de Yan Yi no era del todo estable. Cada vez que liberaba
feromonas calmantes para Lu Yan, aunque fueran abundantes, siempre estaban
mezcladas con una ansiedad tenue.
—Baobei,
papá alfa estará contigo de ahora en adelante, te lo prometo —dijo, estirando
el dedo para engancharlo con el delicado dedito de Lu Yan.
—¡Mn!
—Lu Yan mostró sus dientecitos y sonrió con timidez, agarrando la mano de su padre
y pidiéndole que le tocara las orejitas.
Era
tan dulce que el corazón de Lu Shangjin se derritió hasta volverse moldeable.
Mantenía las manos firmes, temiendo lastimar al pequeño ángel en sus brazos.
Las glándulas del conejito no eran grandes, pero ya podía oler que sus
feromonas tenían un aroma dulce a miel, tan dulce como las de su Yan Yan,
haciéndolo parecer un oso tonto abrazando un enorme tarro de miel.
Lu
Yan lo miró con sus ojitos redondos bien abiertos y preguntó:
—¿Padre
quiere más a Qiu Qiu o a papá?
Lu
Shangjin no pudo evitar reír, bromeando que prefería al conejito Qiu Qiu.
Con
gesto de agravio, Lu Yan infló las mejillas y le tapó la boca, advirtiéndole
con cuidado:
—No
dejes que papá escuche eso, no digas que quieres más a Qiu Qiu delante de papá.
La
inocencia y comprensión del bebé hicieron que el corazón de Lu Shangjin se
sintiera aún más incómodo. Un niño tan pequeño cuidaba así de Yan Yi… debía
haber trabajado muy duro durante estos dos años.
En
la cama del dormitorio, el omega se dio vuelta y se frotó las orejitas de
conejo arrugadas por el sueño. Un zumbido repentino le invadió la cabeza al ver
que la cuna de Lu Yan estaba vacía, pero al levantar la vista, vio al alfa
paseando lentamente por el balcón con el bebé en brazos, hablando y riendo con
él.
Se
quedó paralizado por un momento. La escena que había imaginado mil veces se
materializaba frente a él, a poca distancia. En ese instante, no sabía qué
hacer ni qué decir. Intentó recordar las palabras que había ensayado, solo para
descubrir que las había olvidado todas.
Al
ver que Yan Yi estaba despierto, Lu Shangjin regresó con el niño en brazos y se
detuvo a unos pasos de él.
Yan
Yi, por reflejo, se levantó para recibir al bebé. Pero apenas dio medio paso
fuera de la cama, su cintura fue sujetada por Lu Shangjin, quien lo atrajo
hacia sí, presionándolo con fuerza contra su pecho. Sintió el calor palpitante
contra su mejilla, mientras quedaba atrapado en ese abrazo.

