•❥ ❥• Capítulo 172: ¿Se atrevió a tocarlo con las manos? •❥ ❥•
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Debo lavarme las manos, al menos ocho
veces.
Aunque la Torre Baiyu estaba llena
de trampas, para Shen Qianfeng no era ningún problema. Wuying lo seguía de
cerca mientras ambos descendían piso por piso desde la cima. A su alrededor,
solo había telarañas, polvo, y muebles rotos dispersos; no parecía haber nada
fuera de lo común.
—Si se tratara de cuidar una sirena,
tendría que ser en la costa —comentó Wuying, golpeando la pared con su espada—.
Además, en todo lo que hemos revisado no hay ni un estanque. Las sirenas no son
carpas… no se crían en tinajas.
Shen Qianfeng se agachó, puso la
palma sobre el suelo, concentró su energía interna… y la canalizó hacia lo
profundo del subsuelo.
Wuying sintió que el suelo tembló
bajo sus pies. Abrió los ojos, sorprendido: «¿Qué le da de comer el médico
divino Ye que logra que el líder Shen tenga técnicas tan… inusuales?»
—Debajo está hueco —dijo Shen
Qianfeng al incorporarse—. Busquemos, debe haber algún mecanismo cerca.
Wuying encendió una cerilla y miró
alrededor, pero solo había una pared lisa. Ni trampas ni huecos.
—Eres muy impaciente —comentó Shen
Qianfeng mientras daba ligeros golpecitos a la pared—. Debes corregir eso.
—Sí… —respondió Wuying obediente, y
se puso a inspeccionar con más cuidado. Efectivamente, encontró un
compartimento oculto que encajaba perfectamente con el suelo; era fácil pasarlo
por alto.
—¿Lo abrimos? —preguntó Wuying.
Shen Qianfeng le hizo una señal para
que se alejara, sacó su espada y la introdujo en la grieta.
Wuying empezaba a sentir los
nervios… «¡una sirena! ¿Será que debajo hay un estanque brillante y
ondulante?»
—Quédate aquí —dijo Shen Qianfeng al
abrir el compartimento oculto—. Voy a bajar a echar un vistazo.
—¿Vas a bajar así nada más? —Wuying
lo sujetó rápidamente—. Está todo oscuro… ¿y si hay algún monstruo ahí abajo?
Con eso de que ya aparecieron sirenas, no sería raro que nos saliera un pez
carnívoro con fauces gigantes.
—Estará bien —respondió Shen
Qianfeng—. Aún podría haber trampas por ahí, así que no te pongas a vagar.
—¡No soy un niño! —replicó Wuying—.
¿Cómo se te ocurre que iría a corretear en estas circunstancias?
Shen Qianfeng negó con una sonrisa y
saltó al interior del pasadizo.
La entrada era profunda. Parecía que
tardaba bastante en descender antes de tocar suelo firme. El ambiente era
húmedo, pero no había rastro del supuesto estanque que esperaban. La falta de
ventilación constante había saturado el aire con un hedor intenso y putrefacto,
tan fuerte que provocaba náuseas.
Sacó una perla luminosa del fondo
del mar para iluminar el lugar y contuvo la respiración mientras inspeccionaba
alrededor: moho verde, el suelo fangoso… y manchas secas de sangre esparcidas
en la pared. No parecía un sitio donde se cuidara a una sirena—más bien uno
donde se había asesinado a alguien.
El sonido de gotas cayendo resonaba
como ecos siniestros en la oscuridad.
En una esquina había unos trapos
viejos, sorprendentemente resistentes, que incluso brillaban levemente. Shen
Qianfeng tomó un par y saltó de nuevo al compartimento.
Wuying se cubrió la nariz de
inmediato.
Shen Qianfeng: “…”
Shen Qianfeng se quedó en silencio.
—¿Eso de abajo es… una letrina?
—Wuying preguntó con cautela.
Shen Qianfeng le dio una palmadita
en la cabeza y le describió brevemente lo que vio dentro del compartimento
oculto.
—¿Así que sí había algo raro?
—Wuying se quedó asombrado.
—Ya es tarde, volvamos —dijo Shen
Qianfeng—. Otro día regresaremos a investigar.
Wuying asintió, y juntos salieron de
la Torre Baiyu.
Aunque durante el trayecto soplaba
el viento, el hedor del compartimento era tan intenso que, en cuanto entraron
de nuevo a casa, Wen Liunian se puso pálido… y devolvió discretamente el medio
pastelito que tenía en la mano.
—¡¿Qué es ese olor?! —Ye Jin se
acercó, agarró a Shen Qianfeng por el cuello de la ropa, olfateó… y puso cara
de profundo rechazo.
—Abajo de la Torre Baiyu había un
estanque, pero está seco —explicó Shen Qianfeng—. El olor es como pescado y
camarones podridos.
—¿En serio había algo? —preguntó Wen
Liunian, ansioso—. ¿Viste alguna sirena?
—No, pero había muchas manchas secas
de sangre en las paredes. Parece que llevan años ahí —dijo Shen Qianfeng—. Por
la forma en que fue excavado el estanque, podría haber sido usado para cuidar
sirenas.
—¿Y esto qué es? —Ye Jin, usando
tres o cuatro capas de pañuelos, sostuvo un trozo de tela rota con el brazo
estirado, como si no quisiera que tocara su ropa.
—Lo encontré en el estanque —Shen
Qianfeng se lo tomó—. Se lo traje para que el Gran Lord Wen lo examine.
Wen Liunian se remangó con expresión
de valentía y lo tocó. Era resbaloso, viscoso… y húmedo.
Sin falta, tendría que lavarse las
manos ocho veces después.
—¿Qué es? —preguntaron todos al
unísono.
—Ni idea —respondió Wen Liunian,
completamente desconcertado.
—Déjame a mí —dijo Ye Jin, sacando
un par de guantes del bolso de su cintura. Se los puso y encendió una vela para
examinarlo mejor.
Wen Liunian, indignado, pensó: «¡¿Tenías
guantes y no los prestaste?!»
—No parece tela —dijo Ye Jin tras
examinarla un momento—. Más bien se asemeja a piel de algún animal.
—¿Piel de pez? —Wuying tuvo una
repentina inspiración—. ¿Cola de sirena?
Al escuchar eso, todos pusieron cara
de conmoción. Aunque nadie ha visto una sirena, al menos se supone que la parte
superior debe parecer humana… ¿entonces esto es… la mitad inferior?
—¿A qué se parece? —Ye Jin tomó el
trozo de tela con dos pinzas pequeñas y lo levantó para que todos pudieran
verlo.
Los guardianes oscuros se
apresuraron a juntar las piernas. «¡Madre mía! resulta que las sirenas
también tienen entrepierna... Y nosotros pensábamos que eran todas hermanas
voluptuosas del mar».
Al recordar que había tocado eso con
sus propias manos, Wen Liunian casi rompió en llanto.
La expresión de Shen Qianfeng
también era… difícil de describir.
—Hay un pequeño trozo de escama
—añadió Ye Jin, usando una aguja de plata para moverlo—. Está bastante seco,
pero claramente es una escama de pez.
—¿Así que Liu Xiangnan sacó un grupo
de sirenas del mar, las mantuvo en la Torre Baiyu y luego las mató a todas?
—especuló Wuying.
—Yo sigo sin creerlo —Ye Jin negó
con la cabeza—. A menos que las vea con mis propios ojos.
Los guardianes oscuros seguían con
las manos en la entrepierna. «¿¡Cómo que aún no las ha visto!? ¡Esto cuenta
como evidencia directa! ¡Hasta los testículos estaban ahí!»
—Xiao Lingzi también solo oyó
rumores —dijo Wen Liunian—. Ahora, la única persona que posiblemente haya visto
sirenas con sus propios ojos sería ese ladrón del pueblo de Liuhui. Pero es
difícil de localizar. No tiene nombre y, además, es ladrón. Puede estar muerto
o desaparecido.
—Mañana iré a buscar a Xiao Lingzi
—dijo Ye Jin—. A ver si puedo averiguar el paradero del ladrón. En cuanto a la
hermana Tao Hua, Wuying irá a preguntar. Quizás haya alguna pista nueva.
Todos asintieron, y al ver que el
cielo comenzaba a aclararse, se retiraron a descansar. Wen Liunian, como era de
esperar, se lavó las manos unas diez veces. Mientras tanto, Shen Qianfeng —en
la habitación contigua— fue obligado por Ye Jin a bañarse siete u ocho veces
antes de recibir permiso para meterse en la cama. Los sirvientes que hervían
agua ya estaban llenos de resignación.
«¡¿Podrán descansar siquiera una
noche?! No es de extrañar que el médico divino Ye lleve tres días enfermo: con
ese tipo de agotamiento nocturno constante, el líder Shen realmente no escatima
esfuerzos…»
A la mañana siguiente, el sol
brillaba con fuerza. Xiao Lingzi estaba dormitando sobre la mesa cuando de
pronto escuchó a alguien saludar al médico divino Ye desde la entrada.
—¿Estás sola? —preguntó Ye Jin al
sentarse frente a ella.
—Últimamente hay muchos problemas en
la banda Pinglang —respondió Xiao Lingzi, frotándose los ojos—. Así que paso la
mayoría del tiempo sola. Lo cual tampoco está mal, es más tranquilo.
—La Torre Baiyu tiene su misterio
—dijo Ye Jin sin rodeos—. Y parece que es algo serio. ¿Qué es lo que realmente
sabes? Será mejor que lo digas todo.
—¿Encontraron la lágrima de sirena?
—Xiao Lingzi abrió los ojos sorprendida.
—No, pero encontramos un trozo de
piel, parece ser la cola de una sirena —dijo Ye Jin—. Bajo la Torre Baiyu hay
un estanque seco, cubierto de musgo y salpicado de sangre. Parece que allí
ocurrió algo serio.
Xiao Lingzi se quedó asombrada. En
su imaginación, cualquier lugar donde habitasen sirenas estaría lleno de
canciones marineras, reflejos ondulantes y telas tejidas de perlas. Jamás
imaginó que sería un lugar oscuro, húmedo, con musgo, sangre… y una cola de
pescado. Solo pensarlo la estremecía.
—Todo lo que sepas sobre este
asunto, cuéntamelo sin omitir nada —dijo Ye Jin—. La banda Pinglang no es tan
simple. Esto no es solo sobre robar una lágrima de sirena. Puede que detrás
haya un gran secreto.
—No sé mucho, de verdad —respondió
Xiao Lingzi, algo intimidada por su tono serio—. Quiero la lágrima de sirena
para usarla como guía medicinal para mi hermana mayor. Ya ha perdido tres o
cuatro embarazos, y su cuerpo no aguanta más.
—¿Tu hermana? —preguntó Ye Jin—. ¿Por
eso decidiste infiltrarte en la banda Pinglang?
—Es mi hermana adoptiva —explicó
Xiao Lingzi—. Me recogió cuando estaba herida y me tomó por una niña
abandonada. Me dio comida, ropa, y nunca me interrogó ni me limitó. Una gota de
bondad, y yo quise devolverle una fuente entera. Por eso vine a la banda
Pinglang, y de paso robé algunas joyas para venderlas.
Ye Jin la miró, viendo cómo hablaba
con total naturalidad. No pudo evitar sacudir la cabeza internamente, aunque
pensó que no era el momento adecuado para reprocharle por sus métodos poco
legales.
—¿Y quién te dijo que la lágrima de
sirena puede curar abortos espontáneos?
—Wu Ye, ese es el ladrón del que te
hablé antes —dijo Xiao Lingzi—. Quería casarse conmigo. Lo golpeé y se marchó.
—¿Se marchó? —preguntó Ye Jin—. ¿A
dónde?
—Eso sí que no lo sé —respondió
ella—. No era del pueblo de Liuhui, solo pasaba por ahí. Me contó que había
visto con sus propios ojos a los sirvientes llevarse a una sirena al interior
de la Torre Baiyu. También dijo que si se mezcla la lágrima de sirena con tres
pulgadas de oro… puede hacer que mi hermana mayor tenga un hijo varón.
—¡Tonterías! —Ye Jin negó con la
cabeza—. Cuando esto se resuelva, le haré un diagnóstico a tu hermana. Si se
cuida bien, tener un hijo no será nada difícil.
—¿En serio? —Xiao Lingzi se animó de
inmediato—. ¡Perfecto! No puedes arrepentirte.
Como hoy no está el Gran Lord Wen,
fue prudente y no mencionó lo de “el esposo del líder Shen debe cumplir su
palabra”.
—Aunque lo haya dicho por accidente,
descubrir el secreto de la Torre Baiyu fue una suerte inesperada —dijo Ye Jin—.
Seguiré investigando, pero tú no puedes volver a entrar. Por un lado, podrías
alertarlos. Por otro, es peligroso.
—Si puedes curar a mi hermana,
entonces ya no necesito la lágrima de sirena —respondió Xiao Lingzi—. Cuando
junte algo más de plata, volveré a Liuhui a buscarla. Pero tienes que ir
pronto; cuando nazca el bebé, pienso salir a recorrer el mundo.
Ye Jin negó con la cabeza:
—Todavía no puedes irte.
—¡¿Y por qué no?! —se quejó Xiao
Lingzi.
—Todavía no cumpliste lo que me
prometiste —recordó Ye Jin.
—¿Te refieres a lo de preguntar a
Liu Zhenwei por qué está tan desesperado por casar a su hermana? —dijo Xiao
Lingzi—. Ya lo hice. Dijo que solo aliándose con el Gran Lord Wen y el líder de
la Alianza Shen puede asegurar su supervivencia.
—¿Sobrevivir? —Ye Jin frunció
ligeramente el ceño.
—Sí —dijo Xiao Lingzi—. No pude
sacar mucho más. El “alma seductora” es solo un afrodisíaco, no un
veneno.
Ahora Ye Jin lo comprendía: con
razón Liu Xiangnan vino tan apresuradamente a proponer matrimonio. Parece que
alguien quiere vengarse de él. Y al tener al líder de la alianza Shen en casa,
el enemigo se lo pensaría dos veces.
En cuanto a quién podría estar
buscando venganza… Ye Jin, de vuelta en su residencia, hizo una lista de las
sectas posibles. Pero al final fue tachando una por una.
—¿La Secta de la Espátula? —preguntó
Wen Liunian al ver el papel—. ¿Es una secta para cocinar, acaso?
—Es “espátula de metal”, no de
madera —aclaró Shen Qianfeng.
Wen Liunian: “…”
«Ah, ok…»
—¿Podría ser Chu Heng? —preguntó Wen
Liunian al cabo de un rato, tal vez porque la atmósfera se volvió demasiado
silenciosa.
—También lo pensé —respondió Ye
Jin—. En todo el Mar del Este, si alguien tiene poder suficiente para amenazar
a Liu Xiangnan, es el Rey Chu.
—Una pena que no logremos encontrar
al ladrón —lamentó Wen Liunian—. Sería clave para saber qué ocurrió realmente.
Gente que ha visto una sirena con sus propios ojos… deben quedar muy pocos.
—¿Sirenas? —Tao Hua se mostró
sorprendida.
—Sí —confirmó Wuying—. ¿Hermana Tao
Hua, tú has visto alguna vez?
—No —negó Tao Hua—. Jamás en mi vida
he oído hablar de eso.
—¿Segura que no hay nada extraño?
—insistió Wuying.
—De verdad —respondió ella—. Además,
la familia Liu nunca me trató como futura esposa. Hacía la limpieza, cocinaba,
hablaba con sirvientes y ayudantes… pero jamás escuché mencionar nada sobre
sirenas.
Wuying se rascó la cabeza,
frustrado.
—¿Te refieres a la Torre Baiyu?
—intervino Ah Xing desde un costado, armándose de valor para hablar.
—Sí —respondió Wuying—. ¿La conoces?
—Es un lugar prohibido. Solo el
líder y unos pocos tienen acceso —dijo Ah Xing—. Pero hace tres años vino un
visitante del Mar del Este… él sí entró.
—¿Un visitante del Mar del Este?
—preguntó Wuying—. ¿Cómo era?
—Bajito, con una cicatriz en la cara
—Ah Xing se esforzó por recordar—. Aquel día fuimos con el jefe Liu a entregar
leña, pero los haces se desataron y bloquearon el camino del visitante, por eso
lo recuerdo. Dijo que iba a la Torre Baiyu. Su voz era aguda y muy fina.
«Qingqiu, eh…» Wuying no pudo evitar pensar «Una
cueva de serpientes y ratas. Hasta aquí logran arrastrar relaciones turbias».
—Si realmente están aliados, no
sorprende —comentó Wen Liunian al volver a la banda Pinglang y escuchar la
historia—. Ya sabes lo que dicen: las pestes se atraen. Chu Heng es el mayor
antagonista del Mar del Este, y los peces pequeños como Qingqiu se juntan para
ver si pueden sacar tajada.
—Entonces ahora estamos sin pistas
claras —dijo Ye Jin—. Solo sabemos que Liu Xiangnan puede estar criando
sirenas, quizás relacionado con Qingqiu, quizás bajo órdenes de Chu Heng… Y
quizás nos invitó a la banda Pinglang porque alguien quiere vengarse de él.
Pero todo son suposiciones, ninguna comprobada.
—Tener suposiciones ya es mejor que
andar a ciegas —respondió Wen Liunian, estirándose las orejas—. Hay que avanzar
paso a paso. No sirve apresurarse.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer ahora?
—preguntó Ye Jin.
Wen Liunian salió caminando
despreocupadamente:
—Voy a escribir una carta. Si no lo
hago ya, perderé el barco mercante que va a la Isla Luoying.
Ye Jin: “…”
Los guardianes oscuros lo seguían en
perfecta sincronía. Después de todo, era el primer erudito del Gran Chu:
incluso al escribir cartas de amor, se destacaba por ser distinto. Las frases
eran larguísimas, refinadas, y solo con leerlas parecía que uno quedaba
iluminado por la estrella del gran erudito Wen.
Y lo más importante: nunca tenía
reparos de ser escuchado por otros. De hecho, después de escribirlas… las leía
en voz alta. Sin ningún pudor.
Esta vez no fue distinto. Tras
escribir siete u ocho ensayos apasionados sobre el anhelo, el Gran Lord Wen finalmente
accedió a cambiar de tema y describió con detalle el asunto de las “sirenas”.
—¿Va a enviar al gran jefe Zhao al
territorio de Qingqiu? —los guardianes oscuros se quedaron paralizados al
oírlo.
—Así es —respondió Wen Liunian,
soplando la tinta para secarla—. Puede que allí encontremos una sirena.
—Pero el gran jefe Zhao está en reclusión
para perfeccionar su técnica marcial—recordó uno de ellos.
—Lo sé —contestó Wen Liunian
mientras abría el sobre.
—Ese tipo de entrenamiento no puede
interrumpirse… —insistió el guardia oscuro—. Si eso sucede, puede sufrir una
desviación de qi… y acabar perdido para siempre.
—También lo sé —dijo Wen Liunian,
sellando la carta con cera.
—¿Entonces… por qué sigue
escribiendo? —preguntó el guardia oscuro, completamente confundido.
—Es para el Gran Rey Ming del Mar
del Este —dijo Wen Liunian con una sonrisa traviesa.
Guardianes oscuros: “…”
—La
reclusión no puede ser
interrumpida, y esta carta suena como una emergencia, el Gran Rey Ming no
podría ignorarla —Wen
Liunian dijo con descaro— Al
menos hará algo. Además, el Gran Rey Ming está muy familiarizado con el Mar del
Este, mientras esté dispuesto a asentir, es poco probable que regrese con las
manos vacías.
El guardia oscuro lo admiraba mucho,
podía aprender esta habilidad de aprovecharse de los ricos en el futuro.
«De cualquier manera, es una
ganancia...»
